sábado, 14 de noviembre de 2015

¡Ratas y gusanos!

Recientemente, en una de esas largas charlas de aeropuerto, mi amigo Alejandro me contaba que unos integristas habían destruido fondos de la biblioteca de Tombuctú que habían sobrevivido casi mil años a todos los avatares, entre otros las ratas y los xilófagos (o sea, gusanos). Pero claro, es que los integristas son exactamente eso: ratas y gusanos.
            Seré breve porque debo ser demoledor, y porque poco puedo decir que no se haya dicho ya, por mi parte o por parte de terceros con mejor verbo que el mío.
            La masacre de París, contra seres humanos inocentes e indefensos, en nombre de la salvación eterna y de la uniformidad de pensamiento (o de la susencia del mismo), solo es posible desde la pérdida de todas las virtudes que colman nuestra especie.
            Leedme, malditos bastardos, si es que sabéis leer, o al menos escuchadme. Solo sois una plaga que nos infecta, que nos pudre, y con la que hay que acabar. Sois entes dañinos y detestables, desprovistos de la condición humana y, como tales, algún día os borraremos de la faz de nuestro planeta.
            No sois personas: solo sois ratas y gusanos.