domingo, 27 de diciembre de 2015

Insensatos e insensatas (2ª parte)

No sé si recordáis mi discurso a favor de los pactos, tras las elecciones autonómicas. Podéis refrescar la memoria AQUÍ.
     Los pactos forman parte de cualquier democracia madura. La necesidad de pactar obliga a la moderación y evita "rodillos", gobiernos con carta blanca para hacer su santa voluntad aun en contra de los deseos de sus votantes. Recordad el caso de la segunda Guerra del Golfo, con más del 90% de los españoles en contra y una participación de España por parte de un gobierno con mayoría absoluta (con el 40% de los votos emitidos en unas elecciones con una participación del 60%, que esa es otra). Al respecto del significado de los pactos, tenéis un buen artículo AQUÍ.
     ¿A qué viene tanto rodeo? Bueno, pues a colación de que la imbecilidad se repite. Ahí tenemos a las dos fuerzas mayoritarias de la izquierda negándose a un mínimo entendimiento. El gobierno favorito de los españoles, según todas las encuestas, es una coalición PSOE/Podemos, pero los respectivos partidos, empatados en una original bipartición de la izquierda, se niegan a entenderlo. Líneas rojas, ultimátums, Susana Díaz cacareando que bajo ningún concepto se puede pactar con Podemos, Podemos exigiendo el referéndum...
     Rajoy (detestable y maligno, pero no tonto) ha elaborado una estrategia clara: exigir la cooperación del PSOE. Él sabe que eso es imposible, y precisamente por eso lo hace. No, no es un error ni me he liado. Quiere decirle al país: "Yo quería un gobierno estable, pero con estos cabezotas no hay manera. Si hay que repetir las elecciones, será solo culpa suya". Así es que Podemos se apunta: si se repiten las elecciones, que los votos socialistas acaben en sus filas, y no en la abstención o en el PP. Y el PSOE no va a ser menos: "Nosotros sí queríamos pactar, pero nos han puesto unas condiciones que..."
     Resumen: nadie quiere pactar, y todos quieren hacer ver que la culpa es de los demás. Que lo más importante del mundo es el punto 8b, sobre el que no hay acuerdo posible.
     Señores Iglesias y Sánchez: paren ya. Los votantes de izquierda queremos un cambio de gobierno, y nos molesta que ustedes nos lo impidan. No entenderíamos cuatro años más de Rajoy por culpa de su cabezonería. No solo queremos un pacto: LO EXIGIMOS. Hagan lo que sea, pero sáquennos de aquí. Luego ya discutirán entre ustedes si sobre el punto 8b hay o no acuerdo posible.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Rajoy ganará las elecciones.

Sí, habéis leído bien. Afirmo que Rajoy ganará las elecciones y, como de costumbre, me gustaría equivocarme. Ganará con mayor margen del que le dan las encuestas y lo hará por varios motivos, que trataré de desarrollar lo mejor que sepa.

Factor 1: La oposición. Reflexiones sobre el 7D.
Son muchos los artículos, las tertulias, los análisis, sobre quién ganó el famoso debate a cuatro bandas del siete de diciembre. En mi opinión, lo ganó Rajoy. Veamos...
            El PP va primero en las encuestas. La estrategia más elemental nos enseña que los aspirantes deberían haberse centrado en cargar contra quien tiene la posición predominante. Y algo cargaron, sí, pero no lo suficiente. En vez de descabalgar al (ausente) cabeza de pelotón, los tres varones dedicaron más tiempo a atacarse entre sí, intentando arañar un voto o remover un indeciso. Eso solo tiene una lectura posible: han renunciado a la victoria, y pelean por el segundo puesto. Los tres (PSOE, C's y Podemos) han olvidado que el verdadero enemigo es la abstención, que el PP gana cuando los votantes se quedan en casa y que pierde cuando las urnas se llenan. Encabezonados en robarse recíprocamente algún votante, descuidan la oposición al Gobierno y la movilización del electorado. Y esto lleva al segundo punto.

Factor 2: La abstención y Papá Noël.
El desencanto, en España, tiene la puñetera manía de traducirse en abstención. El Gobierno lo sabe. ¿A nadie le sorprende que las elecciones sean justo el último domingo antes de Navidad? La fecha no ha sido elegida al azar. Rajoy puede ser detestable, pero no tonto. La urgencia por adquirir la corbata, el juguete o el perfume obrará el milagro del olvido. Gracias a las luces, los villancicos, la paga extra y el consumismo navideño, el día 20 tendremos un espectáculo de contrastes: urnas vacías y comercios llenos.

Factor 3: La mentira programática.
Desgraciadamente, los políticos mienten. Tanto, que decirlo es una perogrullada. Pero hasta ahora, nadie lo había hecho con tanta desfachatez y tanto éxito de público. Una mentira repetida se convierte en una verdad, y de eso se encargan Pablo Casado y Soraya Sáez de Santamaría, repitiendo una y otra vez sus mantras.
            Un ejemplo, el más oído: la creación de empleo. Que si han creado un millón de nuevos empleos (¡nada menos!), que si crean 1500 empleos al día... Cuando en realidad (véase la tabla con datos oficiales) hay 100 000 trabajadores menos. Las cifras del desempleo han bajado (y no precisamente, ni mucho menos, en un millón) porque los parados se han largado del país, se han jubilado o se han muerto, no porque hayan encontrado trabajo. Pero el felón de Casado dice la frasecita de que "España es el único país en el que se discuten los datos" y a continuación da datos falsos, amparado en la abrumadora presencia que el Gobierno puede hacer desde las instituciones.

            Nos mienten al decir que la reforma laboral ha creado empleo, cuando su instauración se tradujo en un aluvión de despidos.
            Nos mienten diciendo que han salvado a España del rescate, cuando este sí tuvo lugar y nos ha costado una fortuna a todos. Achicar el agua de Bankia, Novacaixa o la CAM se ha pagado en la peor moneda posible: sanidad, educación y seguridad ciudadana.
            Nos mienten cuando presumen de que ha bajado la lista de espera en Dependencia, y olvidan decir que es porque más de 100 000 personas han muerto antes de cobrar las prestaciones.
            Nos mienten diciendo que los aciertos de Rajoy han invertido la tendencia a la recesión, cuando (y esto entronca con el siguiente punto) los peores años de la crisis han sido en esta legislatura. Ha sido Draghi, no Rajoy, quien ha evitado el batacazo.
            Nos mienten cuando achacan el incumplimento de déficit a "las facturas en los cajones" de la anterior legislatura, sin decir que dicho déficit oculto estaba en administraciones autonómicas de su propio partido. La "herencia recibida" ha resultado un latiguillo casi tan eficaz como una "pertinaz sequía" o un "contubernio judeomasónico".
            Y son tantas las mentiras que no me quedan pulsaciones en los dedos para todas.

Factor 4: La desmemoria.
Los políticos saben que el votante solo recuerda el último año, y gobiernan de modo acorde a ello. Las medidas duras vienen al principio: reformas draconianas, subidas de impuestos, recortes. En el último año, en cambio, se invierte la tendencia y se devuelven pagas extras robadas, se prometen bajadas de impuestos, se anuncian reformas benévolas... La gente recuerda que antes estábamos peor, y el Gobierno lo potencia comparando los datos de 2015 con los de 2012 (que también gobernaban ellos, ojito) y no con los de la anterior legislatura. Pero los indicadores económicos (deuda pública, afiliados a SS, renta per cápita, etc) no están mejor en 2015 que en 2011. Ellos lo saben, y por eso eligen una fecha intermedia (la peor) para hacer sus comparaciones.
            El votante promedio (o el abstinente) no parece recordar que el clímax de la prima de riesgo, el paro y otros desastres sucedió en esta legislatura y no en la anterior. Olvida que se han subido los impuestos, se han congelado sueldos, se han reducido plantillas en servicios básicos y ha aumentado la pobreza. Y los partidos de la oposición, obstinados en combatirse entre sí, o en reprocharse los "y tú más", no hacen el suficiente hincapié en ello.
            Si queréis la opinión de expertos en economía, y no la de un médico de la mama, la podéis encontrar (entre otros sitios) AQUÍ.

CONSIDERACIONES FINALES
Rajoy ganará las elecciones. Muchos de los "no sabe, no contesta" votarán con la pinza en la nariz. La victoria se basará en cuantro pilares:
            - la falta de oposición;
            - la abstención potenciada;
            - la mentira y
            - la desmemoria.
No voy a pediros que votéis a uno o a otro: eso es cosa vuestra. Pero sí voy a pediros (una vez más) que votéis. Ya dije hace cuatro años que 2012 sería peor que 2011 y que ningún partido nos sacaría de la crisis (AQUÍ), y también dije que los primeros cambios perniciosos del nuevo gobierno eran culpa nuestra en cuanto electorado (AQUÍ). No me equivoqué entonces, así que os pido solo una cosa:

            HACED QUE AHORA ME EQUIVOQUE.

sábado, 14 de noviembre de 2015

¡Ratas y gusanos!

Recientemente, en una de esas largas charlas de aeropuerto, mi amigo Alejandro me contaba que unos integristas habían destruido fondos de la biblioteca de Tombuctú que habían sobrevivido casi mil años a todos los avatares, entre otros las ratas y los xilófagos (o sea, gusanos). Pero claro, es que los integristas son exactamente eso: ratas y gusanos.
            Seré breve porque debo ser demoledor, y porque poco puedo decir que no se haya dicho ya, por mi parte o por parte de terceros con mejor verbo que el mío.
            La masacre de París, contra seres humanos inocentes e indefensos, en nombre de la salvación eterna y de la uniformidad de pensamiento (o de la susencia del mismo), solo es posible desde la pérdida de todas las virtudes que colman nuestra especie.
            Leedme, malditos bastardos, si es que sabéis leer, o al menos escuchadme. Solo sois una plaga que nos infecta, que nos pudre, y con la que hay que acabar. Sois entes dañinos y detestables, desprovistos de la condición humana y, como tales, algún día os borraremos de la faz de nuestro planeta.
            No sois personas: solo sois ratas y gusanos.


lunes, 14 de septiembre de 2015

"Tras las huellas de Heródoto" de Antonio Penadés. Reseña de Toni Zarza.

A continuación transcribo la reseña que uno de mis amigos, Toni Zarza, ha hecho del libro de otro amigo, Antonio Penadés. Todo queda entre amigos. Y entre Antonios...


Antonio Penadés es una de las personas más influyentes en lo que se refiere a la vida cultural y social que recuerde haber conocido. Soy aficionado a que me cuenten historias sobre cualquier época antigua vamos, que soy asiduo lector de novela histórica y sin embargo, a pesar de esta sana afición, jamás me llamó la atención sumergirme en el mundo de la Grecia antigua a través de la literatura hasta que conocí al autor de “Tras las huellas de Heródoto”.
Mi aproximación al mundo griego fue de la mano de una magnífica y elegante novela titulada “El hombre de Esparta”, escrita también por Antonio Penadés. Por lo tanto, al saber que Grecia seguiría ocupando papel primordial en su próxima obra, tenía claro que leería el libro en cuanto pudiera hacerme con un ejemplar.
Como he dicho, soy lector de novelas y no tengo reparo en reconocer que la mayoría de los ensayos divulgativos me resultan aburridos. Así que, al enterarme de que el libro iba a ser un ensayo basado en las experiencias de un viaje que realizó el autor emulando al que hizo allá por el siglo V a.C. un griego llamado Heródoto, no estaba seguro de que me fuera a gustar. Las dudas en cuanto a mi sintonía con la obra se disiparon rápidamente tras leer el prólogo, sin duda uno de los mejores que jamás he leído. El tono empleado y la admiración que refleja el autor por el personaje en el que se inspira fue tal, que no me quedaron dudas de que iba a disfrutar leyendo la obra.
Durante el libro Antonio conjuga con maestría sus vivencias viajeras a ritmo de Renault Clío con interesantes pasajes de la historia de Grecia. Particularmente es lo que más me ha gustado, sin desmerecer en absoluto lo contado en presente sobre los distintos puntos de llegada y de partida durante el viaje y las distintas visitas a los recintos arqueológicos. Todo ello contado a través de una prosa altamente enganchante y embelesadora, o sea, como suele expresarse Antonio cuando habla en público en el Museo L´Iber de Valencia.
La parte final del libro la abordé como suelo hacerlo con todos los libros que me han gustado, dándoles un fuerte achuchón de lector nocturno y reservándome alrededor de un par de decenas de páginas para el día siguiente. Así, al día siguiente y fresquito, aprovecho para relamerme sobre todo lo vivido en torno a la obra que estoy a punto de finalizar. Normalmente ese día ya no suelo leer nada, lo paso cambiando unas veinte veces la elección del libro que voy a empezar a continuación o viendo pelis.
Cuento esto porque ahora mismo no recuerdo un libro en el que la lectura de unas treinta páginas que dejé la noche anterior para leer el día siguiente me haya supuesto tan grato divertimento. Mis más sinceras felicitaciones a Antonio por esta brillante aventura que me ha hecho vivir de principio a fin. Ya he dicho que el prólogo es el mejor que jamás he leído y el final me ha dejado un regusto acojonantemente bueno.


Y hasta aquí puedo contar... No os perdáis esta divertida y deliciosa clase de historia impartida en tono viajero y magistralmente contada por el hombre que escribe como habla. Para finalizar debo decir que mi interés por la antigua Grecia sigue creciendo gracias a Antonio y que nada más terminar de leer el libro me fui a cenar con mi mujer y un amigo al restaurante griego Thalassa… Para ponerle la guinda al pastel.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Entrevista en "Pegando la hebra"

Os adjunto este enlace con el "podcast" de la entrevista que me hicieron el día 1 de septiembre de 2015 en el programa "Pegando la hebra", de Onda Uno. En realidad, el enlace corresponde a todo el programa, siendo mi parte los primeros 25 minutos, aunque todo merece la pena.
Incluye la lectura de "La otra mejilla", relato ganador del premio de relato corto de 2015 del Museo L'Iber.

lunes, 13 de julio de 2015

Carta abierta a gestores, asesores y otros chorizos.

Última oferta de trabajo de una entidad pública de la Comunidad Valenciana: una "beca" para trabajar en una institución sanitaria, dirigida a licenciados o graduados en psicología.
            Condiciones de la beca:
- Duración: 2 meses 
- Jornada Completa.
- Retribución bruta total: 2.500€.
            O sea, un trabajo a tiempo completo por 1250 euros brutos mensuales. Con las retenciones correspondientes convertirán a un licenciado en un mileurista más, que encima tendrá que estar agradecido por la lotería de tener un empleo en los tiempos que corren. Se contrata a un licenciado durante dos meses para trabajar sin derecho a las condiciones de su categoría laboral. No hay que pagarle el salario previsto por convenio para la categoría A, no genera antigüedad (ni bolsa, ni trienios), tiene fecha de caducidad sin llamarlo despido... Y si eso es lo que se le paga a un licenciado, que el lector calcule, en proporción, lo que puede hacerse con otros.
            Esta es solo una oferta de empleo público. Una más. A quienes se han creído la malintencionada campaña de que los empleados públicos son unos privilegiados, les adelanto que no es una excepción. Los derechos laborales son sistemáticamente machacados por sujetos sin vergüenza ni ganas de encontrarla, con el supremo aval de sus contactos. Y muchos de ellos siguen en sus puestos, al parecer sin haberse enterado de las últimas elecciones, o apurando el tiempo que les quede en morir matando, en seguir con  su perversa gestión para arrancar el último plus de productividad y eficiencia, la última estadística que demuestre que han ahorrado unos céntimos a costa de la explotación inmisericorde de sus empleados o de la degradación de los servicios imprescindibles para el bienestar de sus compatriotas. Y con esos céntimos arrancados con tiras de piel y sangre, se marcharán de celebración con sus compinches y así podrán gastárselos en licores o en placeres venéreos.

            Ojalá acabéis todos en la calle. En la PV74 calle. No voy a desear que sobreviváis con mil euros, porque sé que eso no sucederá. A estas alturas vosotros, expertos en triquiñuelas, habréis consolidado vuestro sueldo de director, subdirector, gestor, asesor o chanchullista, y seguiréis esquilmando nuestros bolsillos hasta el fin de vuestros días. O tendréis puesto el pie para que no se cierre la puerta giratoria. O cambiaréis de lealtad como de chaqueta y gritaréis loas a los nuevos cargos electos, haciendo pública manifestación de fidelidad a la nueva causa, mientras elegís al cabeza de turco que pague por vuestros desmanes. Si deseo que os vayáis a la PV74 calle no es por veros en una miseria que no conocéis ni conoceréis, so chorizos, sino solo porque nos veamos libres de vuestros designios. Aun a riesgo de que os sustituya otro igual o peor, porque a estas alturas hace tiempo que dejé de creer que sea preferible el malo conocido, y aún tengo la inocencia suficiente para confiar en el bueno por conocer.

martes, 26 de mayo de 2015

Malditos insensatos (e insensatas)


El domingo 24 por la noche, en Valencia, la fría aritmética apuntaba a la solución obvia: Compromís en el ayuntamiento a cambio de PSOE en la Generalitat. Eso dictaba la sensatez, si los partidos no se dejaban llevar por la ambición y el personalismo. O, digámoslo sin eufemismos, por la gilipollez. El lunes, los contactos parecían ir en esa dirección, con un acuerdo entre Joan Ribó y Ximo Puig. Pero el martes las aguas políticas han vuelto a su cauce habitual: la imbecilidad. Mónica Oltra dice que no renuncia a la presidencia, y lo hace con el argumento de que "la izquierda del PSOE" tiene más votos que el PSOE. Analicemos...
            En el pasado el PSOE, embebido de la soberbia que otorga el predominio dentro del izquierdismo, hacía sus cálculos sin preguntar, asumiendo como propios los diputados o concejales situados a su izquierda, exigiendo un cheque en blanco para evitar la llegada del ogro azul. Al minuto de conocerse los resultados, los socialistas se autoasignaban alcaldías y diputaciones sumando con los dedos: "ocho míos y tres del PC son once". Ahora, Oltra se descuelga con la misma lógica, contando como propios los votos de Podemos y justificándose en el concepto de "a la izquierda de".
             Recuerdo la UPV de mi juventud, un grupo que, por la escasa cuantía del nacionalismo valenciano, englobaba a gentes que podrían haber estado tanto en CiU como en ERC, tal vez un poco escorados a izquierda o derecha en función del municipio, pero siempre gentes sensatas y apacibles. También recuerdo sentirme traicionado cuando otorgaron alcaldías clave al PP, no todo van a ser buenos recuerdos... En cualquier caso, aquella UPV (después Bloc, ahora Compromís) parecía encarnarse en Ribó más que Mónica, pero los medios de comunicación se han encargado de invertir la personificación: el "efecto Oltra", como ya se lo llama, es el causante del ascenso de la formación. No seré yo quien niegue los aciertos y las virtudes de la candidata durante la pasada legistatura, pero sí condeno su postura actual. No sé si realmente aspira a la Generalitat o si, simplemente, quiere arañar más cuota (vicepresidencias potenciadas, presidencia de Corts, consejerías clave), pero el tiro puede salirnos por la culata.
            La dispersión del voto tiene lo que tiene, y los pactos forman parte de nuestro sistema. Esas son las reglas del juego. Pero más allá de los cálculos de media, moda, mediana y desviación típica, más allá de los gráficos y las estadísticas, la opción de dos tercios de los españoles ha sido clara: queremos cambiar de gobierno. Esa es la misión que tienen ahora los partidos en buena parte del país y, en mi caso concreto, es la misión que les he encargado en Valencia.

            Así es que espero que no la caguen.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Ganador del VI concurso de relato corto L'Iber

Bueno... Este premio, recibido el día 16 de mayo en el Museo L'Iber (un segundo hogar para casi todos los escritores valencianos) es la colleja que necesitaba para volver a escribir.
Gracias a todos los que me habéis animado, a los que me habéis felicitado, a los que me habéis reñido por mi pereza.
Gracias a los amigos que escriben y me recuerdan que yo debería estar haciendo lo mismo.
Gracias, de todo corazón.

sábado, 10 de enero de 2015

Religión y terrorismo

Un bloguero saudí acaba de recibir 50 latigazos. Rectifico: los primeros 50 latigazos, porque ha sido condenado a 1000. ¿Su delito? Promover el debate crítico en un país controlado por una teocracia. La noticia AQUÍ.
            Con motivo de los espantosos atentados en París (Charlie Hebdo y el Hyper Casher), hemos asistido a un aluvión de condenas, pero al mismo tiempo a otra riada de manifestaciones que distancian el terrorismo de la religión. Por un lado, manifiestos sobre el carácter pacífico del Islam en particular y de lo sagrado de la vida humana en general. Por otro, un recordatorio de los terrorismos no religiosos. Me da igual. Se equivocan.
            Soy ateo. Convencido y militante. No acepto eufemismos del tipo “agnóstico”, “escéptico” o “no creyente”. Soy ATEO, y me enorgullezco de serlo. Se me ha criticado mucho por ello. Parafraseando a alguien (no recuerdo quién, mi memoria tiene límites): decir que falto al respeto a los creyentes en una religión porque odio la religión, es como decir que falto al respeto a los enfermos de cáncer porque odio el cáncer. Independientemente de las creencias religiosas individuales (absolutamente respetables), las religiones organizadas (con una casta que se arroga la exclusiva intermediación con un dios y la interpretación de su voluntad) son una de las peores desgracias que han caído sobre la humanidad. Las esporádicas obras beneficiosas (desde la copia amanuense de libros hasta los comedores caritativos) no llegan a compensar, ni de lejos, los enormes daños que han infligido.
            Todo esto viene a cuento de los espasmos negacionistas que han surgido desde lo de París. Dawkins decía que las personas malas hacen cosas malas, pero que la religión puede hacer que las personas buenas hagan cosas malas. Y esto es lo que quiero desarrollar a continuación.

Los fanáticos solo son un porcentaje de la religión.
            Para que el mal triunfe, solo es preciso que las buenas personas no hagan nada. La frase se atribuye a Einstein, pero la han dicho tantas personas que creo imposible rastrear el origen.
            El problema con la religión es que hay una excesiva tolerancia hacia la susceptibilidad religiosa. Los creyentes se ofenden con facilidad, con MUCHA facilidad, y los demás nos hemos acostumbrado a la autocensura para no tener problemas. Dentro de ellos hay muchos grados, desde los vagamente teístas hasta los que se desuellan las rodillas. Pero el porcentaje de los que calladamente aprueban la venganza contra los blasfemos es muy alto. Son muchos los que han dicho que “no justifican el atentado pero...”. Tradúzcase “no justifico” por “sí, pero no voy a decirlo en voz alta”. “No tenían que haberse metido con Mahoma”. “Es una falta de respeto”. “Sabiendo cómo son, no hay que pincharlos”. Todas esas frases esconden una lamentable falta de condena hacia la desproporción entre la irreverencia y la extinción de una vida humana. Por no hablar de que las creencias son subjetivas y, por tanto, cuestionables. No es peor cuestionar una creencia religiosa que la creencia en el racismo, por ejemplo. A nadie se le ocurriría decir de un racista que “esa es su creencia y tú debes respetarla”. O de un homófobo, un xenófobo, un machista, un nazi... Desde el momento en que las creencias se traducen en actos, son susceptibles de censura, porque nos afectan a todos.
            ¿Porcentaje? Veamos el caso de Arabia Saudí, un estado teocrático que condena a las mujeres que conducen o aplica 1000 latigazos a un bloguero. ¿Podemos hablar aquí de porcentajes? En cuanto la religión (o los religiosos) alcanza el poder, construye una tiranía inaceptable. Esto es cierto para el cristianismo medieval, para Calvino, para los “jueces” del Antiguo Testamento, para el Estado Islámico y para nuestros queridos aliados (proporcionadores de valioso petróleo) de la Península Arábiga. Y millones de personas lo aceptan e incluso lo apoyan. Habría que preguntar cuántos españoles, en 1939, estaban a favor de la connivencia de la Iglesia Católica con el franquismo, cuantos italianos apoyaban las leyes antisemitas emanadas del Vaticano y adoptadas por el fascismo, cuantos católicos austríacos y bávaros se congratularon por las persecuciones religiosas de los nazis. Cuando un millón de personas se manifiesta en Madrid contra el matrimonio homosexual, no podemos hablar de “porcentajes” como si fueran minorías irrelevantes.
            Y además, seguro que son buenas personas, buenos padres y vecinos, que pagan sus impuestos y separan el reciclado. Pero hay una casta sacerdotal que les ha dicho lo que es correcto pensar y lo que es condenable, y les ha enseñado a odiar al blasfemo. Los terroristas no son solo un porcentaje de los religiosos: son el porcentaje que se decide a tomar las armas y hacer lo que muchos millones desean.

También hay terrorismos no religiosos.
            Sí, pero por suerte no son iguales.
            ¿Qué diferencia hay entre un terrorista y un guerrillero? La victoria. Exclusivamente. Si los españoles de mayo de 1808 hubiesen sido finalmente derrotados por Napoleón, hoy hablaríamos de los terroristas que, inducidos por curas y aristócratas, mataron con saña a pobres reclutas franceses que querían instaurar una monarquía ilustrada. Lo mismo diríamos de los separatistas de las colonias norteamericanas contra el rey Jorge, de los maquis franceses o de los partisanos yugoslavos. Diríamos lo mismo de Gandi, incluso. Entre el IRA de Irlanda del sur y el IRA del Ulster solo hay una diferencia: los primeros ganaron y los segundos no.
            Los terrorismos no religiosos son movimientos políticos y militares que triunfan (y entonces dejan de ser terroristas) o son derrotados. Y esa es la diferencia abismal con los religiosos. Se puede derrotar política, policial o militarmente a un terrorismo no religioso, pero es imposible una victoria militar sobre la religión. Los fundamentalistas seguirán reproduciéndose como las cabezas de la hidra, porque su base, la religión, aspira a ser eterna, sus verdades son absolutas y su validez es perdurable. Se puede acabar con una organización islamista, o con los fundamentalistas protestantes norteamericanos que ponen bombas en clínicas abortistas, o con un grupo de colonos judíos ultraortodoxos, y al día siguiente un imán, un predicador o un rabino volverán a encender los ánimos y seguirán atacando a los infieles. Y además, como aspiran al dominio universal, nunca pueden vencer. Los independentistas norteamericanos no querían invadir Inglaterra, ni los guerrilleros españoles poner a Fernando VII en el trono francés, pero para un fundamentalista religioso ningún logro será suficiente. Solo la victoria aplastante y el exterminio físico del enemigo constituyen el fin de la violencia religiosa.

Ahora, si queréis, ponedme una bomba. En nombre de vuestro dios.