sábado, 18 de diciembre de 2010

Inauguración de Exposición "El Amanecer de China: 55 días de Pekín" (16-12-2010)






Quienes me conocéis ya sabéis de mi debilidad por L'Iber, el museo de los soldaditos de plomo del Palau de Malferit (Carrer dels Cavallers, 22; Valencia), el sueño de un niño de cuarenta años, un dédalo de salas repletas de figuritas en las que extasiarse, además de lugar habitual para actos culturales de lo más variopinto.
Anoche pudimos asistir a la inauguración de una nueva exposición: "El Amanecer de China: 55 días de Pekín".
En el tránsito del siglo XIX al XX, las potencias europeas intentaron expandirse en China, un país que parecía una presa fácil para las aventuras coloniales, atrasado y superpoblado (300 millones de habitantes, un tercio de la población mundial). Se equivocaban. La sociedad secreta de los Yi Ho Quan, “Los puños de la justicia y de la concordia”, llamados "Boxers" en Occidente por ser practicantes de Kung-Fu, reaccionó violentamente y, con la connivencia de las tropas imperiales, obligó al barrio de las embajadas occidentales a cercar su perímetro para protegerse. 473 civiles extranjeros, 409 soldados y 3.000 chinos cristianos serían asediados durante 55 días, antes de poder ser rescatados. Los europeos descubrieron que no iba a ser fácil colonizar China, y el gigante asiático se desperezó.
El acto inaugural se amenizó con un concierto de música china que yo, pobre palurdo eurocéntrico, no supe apreciar en su justa medida. La música es siempre una imitación de la voz humana, y cada música regional imita en cierta forma el idioma del pueblo que la crea. Mientras que la europea se basa en el dáctilo, con una sílaba marcada (una nota acentuada en este caso) seguida de otras en un compás de duración prefijada, la música china es, como su idioma, monosilábica, basada en inflexiones cortas individualizables y complejas. Curiosa teoría musical que no sé si alguien ha forjado antes que yo, porque mis conocimientos de musicología son muy limitados.
También tuvimos una demostración de arte marcial a cargo de un monje Shaolín, incluyendo el espeluznante espectáculo de doblar una lanza con el manubrio del esternón. Un centímetro de error y se hubiera hecho una traqueotomía él solo, momento en el que sonaría el temido "¿hay un médico entre el público?" y yo tendría que pasarlo mal.
Al finalizar, aperitivos chinos (no, no fueron empanadillas) y té verde.
Tenéis más información, como siempre, en
http://www.museoliber.org/
La exposición permanecerá abierta durante varios meses y se acompañará de charlas y actos culturales relacionados con el tema. En cualquier caso, una excusa más (¿hacía falta?) para acercarnos a este pequeño paraíso de metal fundido.


1 comentario:

  1. Muy buena crónica, rebosante de humor como ya nos tienes acostumbrados. No sé cómo me lo perdí...bueno,el caso es que tenía que estar en otra parte justamente en ese momento. L'Iber funcionado incansablemente, y tú, por lo que veo, también. Enhorabuena a ambos!

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