martes, 3 de enero de 2012

La España que nos merecemos

Hoy ha declarado, por fin, el escolta de Camps. Podría haber sido algo así...
-¿Es cierto que le prestó al señor Camps 3300 euros para comprarse un traje?
-¡Claro, Señoría! El Paco, que es muy amigo mío, me dijo: "¡Che, Manolo! ¿Que no tendrás 3300 euros para que me compre un traje?". Y yo le dije: "¡Pos claro, Paco, que yo siempre llevo encima 3300 euros por si me apetece tomar un cafelito o por si me entran ganas y me hago una empanadilla".

Pero claro, iba a quedar poco creíble, así es que el escolta, animado desde el banquillo por Camps, ha intentado suavizarlo un poco: sólo le prestó 200 euros, cosa que además hacía con frecuencia. Porque claro, cuando uno es el Molt Honorable y paga en efectivo trajes de 3300 euracos, es lo más normal del mundo (y muy verosímil) que el señor "director de moda" no le fíe 200 para apuntar en su cuenta. Todo ello mientras Camps sigue gesticulando en plan "envida, envida, que no llevan nada", que a estas alturas ya no sabemos si el Molt Honorable es el imputado, el intérprete para sordomudos del Telediario o un auxiliar de vuelo escenificando el uso del chaleco salvavidas en el vuelo Valencia-Madrid (imprescindible por si hacemos un amerizaje de emergencia entre dos patos del Manzanares).
Mientras tanto, Ricardito, abatido y arrasado el que fuera soberbio e impertinente, suelta aquello de que él también pagaba en efectivo y que, para comprarse los trajes, sacó el dinero de un cajero automático. A ver, leñe: ¿soy el único español que sabe que los cajeros sólo dan 900 euros por extracción y 1200 al día?
Al final, su esperanza es que, estando también pringados los socialistas (con José Blanco a la cabeza) y la mismísima Casa Real, se pacte hacer la vista gorda o se acuerde un canje de prisioneros.
Lo malo no es que nos tomen por tontos, sino que lo somos; prueba de ello es que volvieron a salir elegidos.

Al tiempo, la división nacional de su camarilla inicia la ofensiva antisocial. Rajoy, que se acaba de caer del Guindos anunciando que no sabía lo mal que estaba el país, no ha tardado ni un mes en romper su palabra e imponer las medidas que prometió no tomar durante su discurso de investidura, demostrando que la palabra de un político no vale ni el aire que ensucia con su aliento. Quien prometió no subir los impuestos, anuncia ahora una subida del IRPF para todos los tramos y un aumento del IBI. Quien puso el grito en el cielo por la congelación de las pensiones, ha decretado una subida de sólo el 1%. Quien prometió sacarnos de la crisis, va a empobrecer a los asalariados congelando, por primera vez en la historia de la democracia, el salario mínimo interprofesional. Quien criticó a los socialistas por "tocar el sueldo a los funcionarios" ha ordenado una nueva congelación salarial (la enésima) y un aumento del horario (con reducción del sueldo si no se acepta). Quien dijo que no quería perjudicar los servicios públicos, acomete una drástica reducción de plantillas, con amortización de las plazas de los jubilados (sólo se sustituirá un 10%) y grandes recortes en contratos eventuales y acúmulos de tareas. Y esa es otra, la reducción podría llegar al 50% en algunos servicios. ¿Alguien cree que se pueden mantener las calles seguras con menos policías, que se pueden mantener los centros sanitarios con la mitad del personal, o que se puede educar a nuestros hijos con menos profesorado?
Tenemos la España que nos merecemos, porque tenemos la España que hemos votado.