domingo, 3 de marzo de 2013

Cobrar por reseñar: una opción personal


Recientemente hemos leído un magnífico artículo de Jessica C. Olivares en su página web "Cuadernos de Literatura" sobre la polémica de cobrar por las reseñas literarias. Lo tenéis AQUÍ.
Aunque comparto la mayoría de las opiniones de la autora, no me he resistido a hacer mi propia valoración al respecto. Lo que sigue es, exclusivamente, una postura personal: ni es un imperativo categórico, ni una exigencia ética, ni lo que creo que deben hacer los demás. Cada quien es cada cual, y sus circunstancias vitales y ambientales son diferentes, por lo que no puede esperarse una posición unánime ni mucho menos pretender imponer la propia decisión al resto de los reseñadores.
El elemento clave de esta polémica parece ser el compromiso de la independencia del crítico con respecto a la obra criticada. Estoy completamente de acuerdo en que, si no se posee una férrea autodisciplina y una sólida moral, algunos pueden sentirse tentados a hablar bien sobre aquellos autores por los que han recibido una gratificación económica, a pesar de la calidad real de sus escritos. Pero no es menos cierto que son muchas las razones que comprometen nuestra independencia tanto o más que la posibilidad de obtener un beneficio pecuniario. Muchos de quienes hemos hecho reseñas somos también autores, y ello merma nuestra autonomía por múltiples vías. Para empezar, resulta violento hacer una mala crítica por escrito del trabajo de quien, probablemente, sea nuestro amigo y compañero, al que vamos a ver en múltiples ocasiones, con el que vamos a compartir foros, tertulias, vinos y mesa; en tales circunstancias, si se tiene la suficiente honradez, somos muchos los que no tenemos inconveniente en dar una opinión sincera cara a cara y en privado, pero dar el salto a hacer pública una mala opinión requiere una sangre fría que algunos (como reconozco que es mi caso) no siempre poseemos. Por otra parte, el mundo literario es extremadamente pequeño y vivimos en una sociedad en la que las malas críticas están mal vistas; muchos autores tienen un temor subconsciente a ser mal mirados en el medio social en el que van a tener que desenvolverse, y algunos imprudentes hemos experimentado esta situación en carne propia. Por todo ello, un libro regalado, una compensación económica, un empujoncito en nuestra carrera, son solo algunas más de las muchas formas en las que nuestra opinión puede verse encadenada y ni mucho menos las más poderosas.
Personalmente he vivido la experiencia de recibir un ejemplar de un libro para reseñarlo en Hislibris y descubrir que no me gustaba en absoluto. Este libro ha recibido elogios en otros medios (inclusive de personas que sé que no lo han leído). En mi caso, lo verdaderamente honrado hubiese sido prescindir de compromisos y amistades y hacer pública una crítica sobre lo que consideraba un texto de mala calidad (dejando claro que yo puedo estar equivocado y el libro ser magnífico). En vez de eso, confieso avergonzado que tomé una decisión cobarde: escribí en privado al editor, le hice saber mi opinión al respecto y mi decisión de no reseñarlo de ninguna forma, ni para bien ni para mal. Es tanta la presión de este mundo, que he optado por no recibir encargos de ninguna clase, reseñar solo aquellos libros que he leído por mi propia voluntad y, además, solo en el caso de que no haya suficientes reseñas previas en los medios que frecuento. Ni soy un genio de la crítica ni el mejor escritor del mundo, por lo que la humanidad no perderá demasiado si mis opiniones no se aventan a los cuatro puntos cardinales.
Pero estamos yéndonos por las ramas y aún no os he dicho la que es, en concreto, mi postura personal sobre el pago por reseñar. Ni cobro ni deseo hacerlo, porque ya me considero lo suficientemente presionado por mis prejuicios como para además sentirme presionado por los beneficios. Afortunadamente tengo (de momento, claro) un empleo que me paga las facturas, y hay magníficos trabajadores de la corrección y la edición que no se merecen que un novato aficionado les haga intrusismo profesional. Si alguien, por sus circunstancias económicas individuales, necesita ese dinero, tampoco se merece que alguien menos apurado se lleve una parte de las ganancias que tan bien pueden venirle.
En resumen: parcial, cobarde, novato y sin problemas económicos, como mejor estoy es calladito.