viernes, 18 de julio de 2014

Todos los enfermos serán sospechosos por ley

Vivimos en un país bajo sospecha. La leyenda de la picaresca ensucia nuestra reputación y ha llenado la fraseología callejera de un sinfín de tópicos: todos los autónomos defraudan, todos los empleados públicos son vagos, todos los empleados por cuenta ajena estafan a sus jefes, todos los sindicalistas son unos escaqueados.
            Uno de los tópicos más repetidos es que la gente abusa de las bajas. Y sí, por supuesto, algunos lo hacen, pero el 90% de la gente resulta ser honrada y está verdaderamente enferma cuando decide no ir a trabajar. Eso es algo que la mayoría de nosotros sabemos. ¿Cuántas veces nos hemos aguantado y hemos acudido a nuestra labor en condiciones más que dudosas? ¿Cuántas veces hemos pedido un alta al médico antes de lo previsto para no perjudicar a nuestros compañeros o clientes? Pero el gobierno finge no creerlo y anuncia nuevas medidas para “controlar el gasto” que suponen las bajas, calificadas como “absentismo”, inspiradas en el supuesto de que todo español miente aunque se demuestre lo contrario y que el enfermo es en realidad un “absentista”.
            Primero (ver AQUÍ) fue el establecimiento de una “duración media de las bajas”, con una fecha fija prevista para el alta en función de la misma, y hoy se ha aprobado el anteproyecto que sanciona una de las medidas más aberrantes de dicha propuesta: el control por parte de las mutuas de las enfermedades comunes (ver AQUÍ).

- En primer lugar, como sabe cualquiera que haya estudiado algo de matemáticas (no debe ser el caso de los lumbreras del gobierno), por encima de la media está la mitad. Una baja fijada por la “duración media” implica que la mitad de los enfermos serán obligados a reincorporarse sin estar restablecidos, con los evidentes riesgos para la salud, la productividad y la siniestralidad.

- En segundo lugar, algunos de los apartados de la normativa son científicamente absurdos. Así, por ejemplo, en los procesos de duración inferior a cinco días, el médico debe emitir el parte de baja y el de alta en el mismo acto. Es decir que el pobre facultativo, además de medicina, debe ahora saber presciencia y tener los poderes proféticos de una sibila délfica.

- En tercer lugar, partimos de la base de que el diagnóstico inicial es acertado. Os lo dice quien fue dado de baja por un “esguince de muñeca” que en realidad era una rotura de ligamento triangular, visible en una resonancia realizada casi un año después. Teniendo en cuenta las demoras para ser visto por un especialista o para una exploración complementaria, veremos como se da de alta a pacientes por dolencias que requerirían mucho más tiempo por la sencilla razón de que nunca se diagnosticarán (o lo serán después de la reincorporación).

- En cuarto lugar obliga a los médicos, una vez más, a priorizar el valor económico sobre el humano. La principal obligación de un médico es aliviar el dolor y proporcionar consuelo, no ejercer de Gran Hermano.

- En quinto lugar, conceder potestad de control a las mutuas, empresas que están al servicio del contratante y no del paciente, implica multiplicar todo lo dicho. Cada trabajador será así un imputado por delito de falsedad que deberá demostrar su inocencia en inferioridad de condiciones. Por suerte, este procedimiento es (de momento) solo parcial, con una cierta corresponsabilidad entre mutuas y sistema nacional. Claro que las mutuas ya han protestado proponiendo que se les dé el control total.

            Vamos, que solo falta que nos pongan grilletes con termómetro incorporado y medidores de otras funciones corporales, conectados inalámbricamente a un centro de control de falsarios y vinculados a un collar de adiestramiento que nos soltará una descarga si se sospecha que nos escaqueamos.

            Aunque no sé si ha sido una buena ocurrencia el anterior arrebato de ironía. Igual les he dado una idea sin querer.