martes, 23 de septiembre de 2014

Hagamos las cosas bien (adiós, Gallardón)

Ha dimitido Gallardón. Ha cumplido su palabra. Abandonado a su suerte por su señor, este buen vasallo ha decidido retirarse. Rajoy dice que no va a sacar una nueva ley para que otro gobierno la cambie. Traducido al idioma del resto de los mortales: sabe que no va a ganar las próximas elecciones generales. Sea cual sea el motivo, creo que la mayor parte de nosotros nos felicitamos de la retirada de una ley discutida y discutible, lamentada y lamentable. No aumentará la clandestinidad, ni veremos a nuestras compatriotas dejándose perforar el útero en cuchitril o haciendo turismo sanitario por los países vecinos.
En su momento ya le dejé la palabra a mi amigo, el cirujano griego Higiarco, cuando tuvo que asistir a las consecuencias de un aborto chapucero (podéis refrescar la memoria AQUÍ). Celebremos ahora, con él, que hay otra forma de hacer las cosas, como se han hecho durante miles de años (pese a la hipócrita ceguera de los puritanos) por parte de profesionales competentes. Aunque ahora, por suerte, tenemos medios mejores de los que tenían los antiguos griegos...



Vuelvo a mi tienda. Nicón, cómo no, aparece para asegurarse de que no descanse. Le cuento lo que ha sucedido con la concubina de Timodemo. No estoy seguro de que comprenda todo el horror de la situación. Entiende el dolor de la mujer, el sufrimiento de su amante, la preocupación de sus compañeras, pero no sabe lo peor de todo: que hay otras formas de hacer las cosas. La pobre desgraciada hubiera podido salir con bien solo con que hubiera consultado a un buen médico o a una matrona verdaderamente experta.


La mujer se llama Aglaia. Ha venido a ver a mi padre y en su rostro se marcan tanto la preocupación como la vergüenza.
            -Tengo un problema. Mi marido está embarcado y yo estoy preñada.
         -Cualquier matrona podría ayudarte. -Sigue ordenando las cosas de su clínica, como si no prestase atención.
            ‑No quiero a cualquier matrona, quiero a Demófilo.
            ‑Soy cirujano. Lo que me pides no corresponde a mi arte.
          ‑Los cirujanos sanáis a los hombres de sus enfermedades lo mismo que de sus heridas. Conocéis las hierbas, por eso os llaman "los cortadores de raíces".
            ‑Tú lo has dicho, Aglaia: sanamos a los hombres. Los soldados no abortan.
          ‑Los soldados tienen amantes, y las amantes tienen maridos. Sabes lo que necesito, Demófilo, no me hagas suplicártelo más.
            Mi padre asiente. De un estante alto saca una cajita con resina. Con una cucharilla separa una porción ínfima y la disuelve en una escudilla de agua hirviendo.
        ‑Es raíz de nueza -me susurra, asegurándose de que ella no lo oye-. Venenosa. Hay que ser muy cuidadoso con la cantidad, o matarás a tu paciente. -Se vuelve hacia la intranquila mujer- Espera a que se enfríe y tómalo. No salgas de casa en todo el día porque tendrás mucha diarrea.
            ‑Podrías darme un astringente.
         ‑No lo haré. La diarrea es necesaria para purgar el exceso de veneno. Si no lo expulsas, absorberás demasiado y yo no tendré forma de controlar la dosis que necesitas. Toma también ruda y hojas de ajenjo.
            La mujer espera a que el bebedizo se enfríe y lo traga, entre la avidez y la repugnancia. Cuando termina, acuerda el precio con mi padre y promete traérselo al día siguiente.

  

Nicón me pregunta cuándo fue eso. Las cosas que pasan en el campamento y las que yo narro de mi infancia transcurren en el mismo orden, y eso parece demasiada casualidad. Es posible que a veces me confunda, pero en este caso no tiene importancia. Un año arriba o un año abajo, qué más da; esas cosas sucedieron y eso es lo importante. Fue en algún momento de mi infancia, y es irrelevante cuándo exactamente. La formación que recibí de mi padre fue una rampa, no una escalera: paso a paso, poco a poco. Con algún escalón de vez en cuando, sí, pero da igual qué peldaño subí primero. Si el campesino herido fue antes o después que la esposa infiel no afecta a la verdad: aprendí a curar heridas sucias y aprendí a practicar abortos sin daño para la mujer.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Tengo un aqueo en mi ordenador

¿Por qué se los llama “troyanos” y no “aqueos”?
Propuesta (sin posibilidad de éxito) de cambiar el nombre al programa malicioso.


Un motivo de conversación habitual con algunos amigos es lo poco que saben de cultura clásica quienes eligen algunos nombres. Así pasa con Freud y su “complejo de Edipo” (Edipo no lo tenía, jamás se enamoró a sabiendas de su madre y nunca odió por ello a su padre). Así sucede también con el tontolhaba que decidió llamar “síndrome de Diógenes” a la acumulación compulsiva de objetos (cuando Diógenes vivía sin absolutamente nada). De estos dos conceptos hablaremos otro día. Hoy me centraré en lo inapropiado de un término informático: los troyanos.

Un “troyano” es un programa que penetra en un ordenador y “abre una puerta” para que el hacker pueda realizar acciones no deseadas por nosotros. Copio a continuación un párrafo de la web de Panda Security:
Los troyanos no se propagan por sí mismos, y su nombre deriva del parecido en su forma de actuar con los astutos griegos de la mitología, ya que los troyanos llegan al equipo del usuario como un programa aparentemente inofensivo.
El artículo completo está AQUÍ.

¿A qué astutos griegos se refieren? Os transcribo un párrafo de Las Troyanas, de Eurípides:
Porque Epeo, el focense del Parnaso, fabricando por arte de Palas un caballo preñado en armas, introdujo en las torres esta carga funesta.

La mayoría de quienes leéis esto ya estáis familiarizados con la historia del Caballo de Troya. Aún así, hago un rápido resumen. Epeo construye un enorme caballo hueco en el que, por indicación de Odiseo/Ulises, se introducen algunos héroes aqueos. Los habitantes de Troya introducen el caballo en su ciudad. Al amparo de la noche, los aqueos salen de su escondrijo y abren las puertas de la muralla. Después, ya sabéis: degüello, llamas, violaciones...

A ver... Los troyanos son los pobres habitantes de Troya, no los saqueadores ocultos en el caballo. Por tanto, si queremos utilizar una metáfora culta para el malware, los “troyanos” serían los programas legalmente instalados en nuestro ordenador y que sufren las consecuencias. La comparación correcta para el programa malicioso sería llamarlo “aqueo”...

Por cierto, que esta incorrección es exclusiva de nuestro idioma. En inglés, a estos programas se los llama “trojan horses”, un nombre bastante más adecuado.


sábado, 30 de agosto de 2014

De caspa y gazpachos, o cómo los romanos inventaron la bebida isotónica.

Caspa.
            A veces, los médicos nos referimos con la palabra “caspa” a aquellas afecciones o síntomas de escasa importancia. Algunos la consideran despectiva, por relacionarla con la tan denostada afección capilar que debe ser combatida con costosos champús, pero su uso es mucho más inocente.
            “Caspa” es una voz del latín hispano (tal vez prerromana) con más de un uso, y con un significado original que era algo así como “cacho”, o sea, una forma vulgar de referirse a fragmentos de pequeño tamaño. De ahí el significado de “poca importancia” que usamos los galenos.
            Un uso particularmente extendido de la palabra en la antigüedad era para referirse a la migas de pan, y después volveremos sobre ello, pero a veces pienso si no será por similitud con las pequeñas escamas que desprende el cuero cabelludo (y que efectivamente parecen miguitas) por lo que se llamará así a la “caspa” de la cabeza. De todos modos, la RAE dice (recuerdo) que es voz “de origen incierto, quizás prerromano”, y no seré yo quien corrija a los señores académicos.

Cosas de la cantimplora.
            De pequeño, en verano, mi madre me preparaba una bebida refrescante con vinagre y agua. Este refresco se ha consumido en España desde tiempo inmemorial, añadiendo a veces azúcar (sobre todo para los niños). En ocasiones, los adultos cambiaban el vinagre por vino barato. Cuando estudias un poco de Historia, descubres con sorpresa que los romanos ya bebían lo mismo (la posca). Además de una bebida festiva (en sus versiones abstemia y alcohólica) había también una variante militar. Las cantimploras de los legionarios se llenaban con vinagre y agua (base hidratante), sal (para recuperar la perdida con el sudor), ajo y cebolla machacados (tónicos vasculares y saborizantes), y aceite de oliva (el componente energético). Ocasionalmente, también pepino triturado (otro saborizante y, además, fuente de hidratos de carbono). O sea, que los romanos inventaron las bebidas isotónicas antes del Isostar, Gatorade o Aquarius.

Y, por fin, el gazpacho.
            Los romanos trabajaban como romanos. Duro, eficiente, para siempre. Marchaban con quilos y quilos de material durante un montón de millas romanas y por el camino iban construyendo calzadas y puentes, que una legión era básicamente un ejército de ingenieros pesadamente armados. Así es que a veces no había tiempo de cocinar maravillas. Aquí es cuando viene la sopita de emergencia.
            Eres romano y marchas por Hispania poniendo losas en la Vía Heráclea. Pausa para comer. Así es que sacas tu cantimplora de bebida isotónica, la viertes en una escudilla y te poner a desmigar el pan de tu ración en pequeños cachitos (recordad, “caspa”), con lo que te haces un... ¡caspatum!

            Así es que, en lo que queda de verano, recordad que cada vez que vais a la nevera y abrís el bric, en realidad estáis consumiendo un poquito de Historia.

jueves, 7 de agosto de 2014

Gaza: la de cal y la de arena.

No justifico las atrocidades de Israel. Empiezo así para que nadie se llame a engaño. Pero quiero dar mi opinión sobre algunos puntos del reciente conflicto en los que no coincido con la valoración mayoritaria.

Sobre el número de muertes.
Partamos de la base de que LA MUERTE VIOLENTA DE UN SOLO SER HUMANO ES UNA TRAGEDIA. Por ello existen leyes contra el homicidio, para eso hay policías y juzgados. Pero se nos ha presentado la última guerra como un "genocidio", repitiendo a diario las cifras de civiles caídos y la proporción de niños. Analicemos fríamente los números: 1800 caídos en una zona de 1,8 millones de habitantes, o sea el 1/1000, una proporción no mucho mayor de la que podría haberse dado con una ola de calor o una epidemia de gripe. Compárese con las cifras de otros "conflictos armados" (¡cómo nos cuesta usar la palabra tabú "guerra"!) y veremos que no estamos ante algo excepcional.

Matar está mal.
Al primer ministro británico Cameron se lo ha juzgado severamente por su tibieza en la condena a Israel, al decir que "matar civiles está mal y es ilegal". En realidad, no es una mala frase. Nadie debería matar (véase el párrafo anterior), aunque todas las leyes reconocen el derecho a la "defensa propia". Sé que esto siempre resulta conflictivo cuando se aplica a colectivos, pero estos no son más que conjuntos de seres humanos y, como tales, les son aplicables los mismos deberes y derechos que a los humanos individuales. Podríamos así decir que "ningún colectivo debería matar a otro... salvo en defensa propia". Lo que nos lleva al siguiente punto.

No hay bandos inocentes.
Hay seres humanos inocentes, siempre, y en todos los bandos, pero no hay bandos inocentes. Hamás ha lanzado 3000 cohetes contra Israel, y esos cohetes no iban dirigidos contra el ejército judío, sino contra objetivos civiles. La razón de que mueran tan pocos judíos no es la maldad sionista frente a la inocencia palestina, sino la incapacidad de los gazatíes para causar más daño. Los milicianos de Hamás, además de terroristas, son torpes y cuentan con pocos medios técnicos, pero si tuvieran mejores cohetes no dudarían en sembrar la muerte. Y no olvidemos que una parte de nuestra bienintencionada "ayuda humanitaria" acabará sirviendo para comprar drones, explosivos más potentes o medios de propulsión más eficaces. No puedo evitar sobrecogerme con las imágenes del niño herido llorando en la cama del hospital, pero ello no puede traducirse en una simpatía colectiva hacia la causa palestina y una repulsa colectiva contra todos los israelitas (que acaba siempre en lamentables episodios de antisemitismo). Y repito que NO HAY BANDOS INOCENTES: Hamás es culpable, pero el estado de Israel lo es también.
Y lo son también las potencias occidentales. Sí, sí, nosotros. Reconozcamos que nuestra conmiseración es en gran parte hipócrita, que no deseamos la victoria árabe, que Israel nos resulta muy útil para controlar la región. Con una mano vendemos armas a Israel, y luego lavamos nuestra conciencia desviando parte del dinero y, con la otra mano, enviamos la mencionada “ayuda humanitaria” a Gaza, y fletamos “flotillas de la libertad” y todas esas cosas que nos hacen parecer buenos y nos reconcilian con nuestros amigos árabes y su petróleo.

La inocencia de los palestinos.
El niño herido es inocente, sin duda. ¿Lo es el colectivo gazatí como tal? Además del continuo hostigamiento con cohetes, túneles y similares, Hamás lleva una política de terror religioso integrista contra su propia población. Los cristianos palestinos han sido prácticamente exterminados en Gaza (la última cifra que escuché hablaba de solo 8000), entre las desapariciones/paseíllos y el acoso continuo que los obliga al exilio. Las religiones árabes tradicionales no musulmanas prácticamente son inexistentes. Las sectas musulmanas minoritarias han corrido la misma suerte. Hamás niega la existencia de Israel por motivos religiosos, y su triunfo supondría la creación de un estado islámico radical que a nadie conviene.
Por otra parte, cabe recordar que Hamás tiene la irritante costumbre de incumplir las treguas con uno o dos cohetitos, más que nada para chinchar y recordar que sigue ahí, o tal vez porque necesita el estado de guerra para justificar su propia existencia. Provocar la respuesta israelí es su forma de subir al púlpito y gritar: “¿Lo véis? Son malos y nos atacan. Nosotros somos vuestros protectores y nos debéis sumisión y obediencia. Por cierto, escupid a Zoraida, que se ha bajado el velo”.

La maldad judía.
Repito: el estado de Israel es culpable, y punto. Pero cuando juzgamos sus métodos lo hacemos con unos visos de excepcionalidad que no son ciertos. ¿Es diferente el bombardeo de Gaza del que la OTAN llevó a cabo sobre Serbia durante la guerra de Kosovo? No miremos la paja en el ojo ajeno sin primero ver la viga en el propio...
Ello, por supuesto, no justifica el bombardeo de intalaciones sanitarias, refugios, escuelas, mercados… Las atrocidades deben ser juzgadas, pero deben serlo individualmente, sin aplicar por ello el juicio al conflicto en su conjunto o condenar globalmente a una de las partes. Todos los bandos cometen atrocidades, por desgracia. Recordemos las palabras de Churchill: “Nüremberg nos recuerda la importancia de ganar”.

Sobre la "proporcionalidad".
Se acusa a Israel de no aplicar las represalias de una forma proporcionada. En términos militares, eso es una soberana estupidez. La respuesta armada debe ser siempre el último recurso pero, si se emplea, debe ser con todos los medios disponibles. Ya hemos dicho que si Hamás no emplea mayores medios es sencillamente porque no los tiene, no porque haya en ellos una vocación moderada de "proporcionalidad". Volviendo a la guerra de Kosovo, la OTAN arrojó sobre Serbia más bombas de las que cayeron sobre Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, y entonces no nos condenamos a nosotros mismos por "desproporcionados". Y fuimos muy tibios con Estados Unidos por bombardear Libia tras el atentado de Lockerbie. Por cierto, como hay que cambiar de malvados de vez en cuando, y Gadafi ya está muerto, 20 años después ya no es Libia, sino Siria (por orden de Irán), el responsable del atentado contra el 747…
¿Hay que sobrellevar con estoicismo el goteo continuo de cohetes? Por lo visto, la obligación de Israel es limitarse a exclamar “¡oh, qué fastidio!”, como cuando nos pica un mosquito en verano, y dar una palmada sin usar insecticidas (contra los cuales los pobres bichos no tienen defensa posible). Tras el segundo cohete, a Israel se le reconocerá el derecho a decir: “Verdaderamente, esta es una situación incómoda”. Se le permitirá quejarse educadamente por valija diplomática ante el señor Abbás, el cual dirá algo así como: “Yo ya se lo digo, mira, pero no me hacen caso”. Al tercer cohete, una comisión de expertos de la OSCE medirá y pesará el material empleado, lo analizará, y emitirá un informe que autorizará a responder con exactamente la misma cantidad y calidad de propulsor y explosivo.
O nos hemos vuelto todos gilipollas o es que no tenemos ni idea de teoría militar.

Guerra de cifras.
Con lo que nos cuesta llamar "guerra" al uso de las armas, y lo que nos gusta emplear la palabra como metáfora... Bueno, retomando el primer punto, hay una pequeña discordancia sobre la proporción de civiles. Los datos más admitidos hablan de 1300 civiles, lo que supone 500 milicianos. Algunas organizaciones propalestinas hablan de "3/4 partes de civiles". Según Israel, los milicianos abatidos han sido 900. No sé si "la primera víctima de una guerra es la verdad", pero está claro que aún es pronto para juzgar las proporciones de bajas civiles y milicianas.



Ahora, a esperar vuestros comentarios.

viernes, 18 de julio de 2014

Todos los enfermos serán sospechosos por ley

Vivimos en un país bajo sospecha. La leyenda de la picaresca ensucia nuestra reputación y ha llenado la fraseología callejera de un sinfín de tópicos: todos los autónomos defraudan, todos los empleados públicos son vagos, todos los empleados por cuenta ajena estafan a sus jefes, todos los sindicalistas son unos escaqueados.
            Uno de los tópicos más repetidos es que la gente abusa de las bajas. Y sí, por supuesto, algunos lo hacen, pero el 90% de la gente resulta ser honrada y está verdaderamente enferma cuando decide no ir a trabajar. Eso es algo que la mayoría de nosotros sabemos. ¿Cuántas veces nos hemos aguantado y hemos acudido a nuestra labor en condiciones más que dudosas? ¿Cuántas veces hemos pedido un alta al médico antes de lo previsto para no perjudicar a nuestros compañeros o clientes? Pero el gobierno finge no creerlo y anuncia nuevas medidas para “controlar el gasto” que suponen las bajas, calificadas como “absentismo”, inspiradas en el supuesto de que todo español miente aunque se demuestre lo contrario y que el enfermo es en realidad un “absentista”.
            Primero (ver AQUÍ) fue el establecimiento de una “duración media de las bajas”, con una fecha fija prevista para el alta en función de la misma, y hoy se ha aprobado el anteproyecto que sanciona una de las medidas más aberrantes de dicha propuesta: el control por parte de las mutuas de las enfermedades comunes (ver AQUÍ).

- En primer lugar, como sabe cualquiera que haya estudiado algo de matemáticas (no debe ser el caso de los lumbreras del gobierno), por encima de la media está la mitad. Una baja fijada por la “duración media” implica que la mitad de los enfermos serán obligados a reincorporarse sin estar restablecidos, con los evidentes riesgos para la salud, la productividad y la siniestralidad.

- En segundo lugar, algunos de los apartados de la normativa son científicamente absurdos. Así, por ejemplo, en los procesos de duración inferior a cinco días, el médico debe emitir el parte de baja y el de alta en el mismo acto. Es decir que el pobre facultativo, además de medicina, debe ahora saber presciencia y tener los poderes proféticos de una sibila délfica.

- En tercer lugar, partimos de la base de que el diagnóstico inicial es acertado. Os lo dice quien fue dado de baja por un “esguince de muñeca” que en realidad era una rotura de ligamento triangular, visible en una resonancia realizada casi un año después. Teniendo en cuenta las demoras para ser visto por un especialista o para una exploración complementaria, veremos como se da de alta a pacientes por dolencias que requerirían mucho más tiempo por la sencilla razón de que nunca se diagnosticarán (o lo serán después de la reincorporación).

- En cuarto lugar obliga a los médicos, una vez más, a priorizar el valor económico sobre el humano. La principal obligación de un médico es aliviar el dolor y proporcionar consuelo, no ejercer de Gran Hermano.

- En quinto lugar, conceder potestad de control a las mutuas, empresas que están al servicio del contratante y no del paciente, implica multiplicar todo lo dicho. Cada trabajador será así un imputado por delito de falsedad que deberá demostrar su inocencia en inferioridad de condiciones. Por suerte, este procedimiento es (de momento) solo parcial, con una cierta corresponsabilidad entre mutuas y sistema nacional. Claro que las mutuas ya han protestado proponiendo que se les dé el control total.

            Vamos, que solo falta que nos pongan grilletes con termómetro incorporado y medidores de otras funciones corporales, conectados inalámbricamente a un centro de control de falsarios y vinculados a un collar de adiestramiento que nos soltará una descarga si se sospecha que nos escaqueamos.

            Aunque no sé si ha sido una buena ocurrencia el anterior arrebato de ironía. Igual les he dado una idea sin querer.

domingo, 25 de mayo de 2014

El fascismo de Panrico (o Esopo tenía razón).

Una fábula de Esopo cuenta que los lobos enviaron una embajada a los corderos. Los delegados argumentaron que la única razón de la guerra entre ambas especies era la actitud de los perros guardianes.
-Entregadnos los perros. Ellos son nuestros únicos enemigos. Si lo hacéis, los lobos no os volveremos a molestar jamás.
Los corderos, ilusos, los creyeron y traicionaron a sus guardianes. Entonces, los lobos atacaron el rebaño y se dieron el mayor festín de sus vidas.
Moraleja: no traiciones a quienes cuidan lealmente de ti.

Esopo tenía razón. Siempre la tuvo. La sigue teniendo.
Aunque algunos, me temo, no han leído suficientes fábulas. O no leen en absoluto. O piensan que los demás no leemos.

Esto viene a cuento de la noticia leía hoy en "El País", que pone los pelos de punta.
Este jueves, sin embargo, la dirección de Panrico hizo una oferta inesperada: reducir un 40% los despidos previstos este año en la planta barcelonesa de Santa Perpetua (de 133 a 80, es decir, 53 menos) pero a cambio de echar a todo el comité de empresa y decidir individualmente los despidos restantes comenzando por quienes se han significado durante los siete meses de huelga. (...) Además, advierte de que si se mantiene el paro, reclamará por “huelga abusiva”.

Tenéis la noticia completa AQUÍ.
En otras palabras: entregadnos los guardianes. Os prometemos que luego nos portaremos bien con vosotros, corderitos amorosos e inocentes. Porque claro, son los sindicalistas los que quieren vuestro mal (esos vagos y corruptos sindicalistas), cuando todo el mundo sabe que los grandes empresarios y agencias de inversión solo buscamos crear empleo y generar prosperidad.
Y el remate de la "huelga abusiva"…
No sé que da más miedo, si el burdo ataque contra los derechos de representación sindical, la manipulación licantrópica de los que consideran unos borregos, o la conculcación del derecho básico de huelga. A poco que nos descuidemos, tenemos otra vez al ejército ametrallándonos o cargando a caballo contra nosotros.
Y esto irá a más, os lo advierto. Volvemos al siglo XIX de cabeza.


martes, 18 de marzo de 2014

Sobre Crimea y su referéndum

Empezaré diciendo que no soy partidario de Yanukovich, antes de que algún simplista llegue a esa rápida conclusión cuando lea las siguientes líneas. El presidente ucraniano abusó del poder y saqueó las cuentas públicas de un modo inmisericorde, y su expulsión era algo necesario. Necesario, pero ilegal.
           Esto viene a cuento de las declaraciones de ilegalidad que por doquier se han vertido sobre el referéndum en Crimea. Que si es ilegal, que si no lo prevé la constitución ucraniana... Vayamos por partes.

1) Resulta chocante hablar de “ilegalidad” y de “inconstitucionalidad”, cuando lo hacen los mismos que han reconocido un gobierno salido de una sublevación. Yanukovich, nos guste o no, era el presidente electo de Ucrania, y su destitución fue un acto ilegal e inconstitucional. No podemos ondear la bandera de la legalidad cuando nos conviene y mirar para otro lado cuando nos interesa. La rebelión fue la voluntad del pueblo, en efecto, y la secesión crimea también lo es. Y no olvidemos que el poder emana del pueblo.
2) Qué hipócrita resulta que las potencias que respaldaron la secesión de Kosovo condenen ahora la de Crimea. Tal vez es que los serbios eran rojos y malos y los ucranianos son aliados y buenos. Si es así, que se limiten a decir “Ucrania es nuestra aliada y la apoyamos”, y que se dejen de verborrea pseudolegalista. Aquí debo hacer una salvedad: el gobierno español fue de los pocos que en su día se negó a reconocer la independencia kosovar.
3) Qué curioso es que ahora impongamos sanciones a Rusia por una secesión incruenta, cuando en su momento abandonamos a Georgia y nos limitamos a mirar pasar los tanques rusos sin mover un dedo. Y el gobierno español, esta vez, se suma a la fiesta. A lo mejor es porque Rusia no mandará nunca tropas a Cataluña, y el fantasma de un referéndum exitoso da más miedo que el ejército ruso.
4) Recordemos que la población de Crimea es rusa y tártara: lo que no hay es ucranianos (o muy pocos, vamos). Y recordemos que tradicionalmente ha sido parte de Rusia. Su transferencia a Ucrania en 1954 fue una mera formalidad entre los que entonces eran dos miembros de un único estado: la URRS. Además, dicha transferencia fue anulada en 1992 por el Soviet Supremo. Retener Crimea por parte de Ucrania fue un acto ilegal del que parece que ya no guardamos memoria. Como lo fue el hecho de que Ucrania anulase la constitución crimea, o que en 1995 el presidente ucraniano Leonid Kuchma asumiera el control directo del gobierno de la república autónoma. La reunificación de Crimea con Rusia no es por tanto una ilegalidad, sino una restauración de una legalidad previamente vulnerada.

Así es que dejemos de decir tonterías y hagamos ya lo que sabemos que acabaremos haciendo.

            Pactemos con Rusia y acabemos con esta pantomima.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Cerrado por fallas.

Mi tarjeta de transporte móbilis ha dejado de funcionar. Así, por las buenas, sin previo aviso. Se ha despedido a la francesa, sin un par de besos ni nada, sin una nota de adiós, y se ha llevado consigo siete días de zonas A y B pagadas con antelación. Los puntos de atención al cliente de Metrovalencia no pueden hacer nada: solo la Agencia Valenciana de Movilidad, sita en la estación de Colón, puede regenerar la tarjeta. Y ahora viene la sorpresa: como son fallas (¡estamos a día 12!) solo abren de 9:15’ a 13:30’. En pleno horario laboral, vamos. ¡Ah! Y cierran los días 18 y 19. ¿La solución? Que durante estos días pague religiosamente los billetes que ya he pagado o que alguien vaya por mí, porque claro, es obligatorio tener a alguien que pueda hacer los recados en horario laboral.
            Mucho me temo que esta no será la única entidad con horario especial fallero. Mariano José de Larra decía que “en agosto cierra España”. Bueno, pues en marzo cierra Valencia, desde el día 1 al 19. Cierran oficinas, o abren en horario homeopático; cierran puntos de atención al cliente; cierran ventanillas de expedición de diversos certificados; cierran calles por motivos diversos, como concursos de tortilla de patatas (con o sin cebolla), exaltaciones o recitales de poesía tópica; cierran la conciencia y los ojos de los ayuntamientos, con la descarada connivencia de las autoridades ante la barbarie, el ruido infernal, la vulneración de los horarios en casales y barracones, la imposibilidad del descanso nocturno en muchas viviendas. Por lo visto, solo deben abrir esos chiringuitos que te venden masa de buñuelo fría y semicruda a precio de rosbif.
            Hace años circuló por las redes la petición de que toda la semana fallera fuese festiva, con lo que ello hubiera supuesto para esos valencianos que (¡herejes!) quizá prefieran disfrutar de sus días libres en cualquier otra época, o simplemente no quieran ver desaparecida la normalidad laboral durante un período prolongado. La iniciativa no prosperó, pero la inercia del petardo y la peineta ya ha herido de muerte el normal funcionamiento de esta ciudad.

            Cerrado por fallas. Búscate la vida.

lunes, 17 de febrero de 2014

Presentación de "El médico hereje" en L'Iber



Este miércoles, 19 de febrero, tenemos otra presentación en el Museo L'Iber (Museo de los Soldaditos de Plomo). Esta vez se trata de "El médico hereje", de José Luis Corral, una novela sobre el proceso contra Miguel Servet.

El acto tendrá lugar a las 19:30 h en L'Iber, en la calle Caballeros 22 de Valencia.

Acompañaremos al autor Alejandro Noguera Borel, director de L'Iber y de la Fundación Libertas 7, historiador, arqueólogo y mucho más, y yo mismo, que intentaré no quedar demasiado mal al hablar entre dos genios.

Al acabar se servirá un vino de honor, de Bodegas Murviedro, que no pienso perderme bajo ningún concepto (ya fue bastante sufrimiento no poder beber el día de "Las guerras de Elena").

El autor firmará ejemplares de su libro, claro.

Os esperamos.


viernes, 7 de febrero de 2014

Posibles consecuencias de la ley de Gallardón

Imagen extraída de "miclonmalvado".

No sé si es tarde para reflexionar sobre la ley del aborto de Gallardón, la más restrictiva de la democracia (véase AQUÍ).
A pesar de mi posición y mi opinión, no voy a debatir sobre tal o cual supuesto: de eso se ha hablado y escrito ya largo y tendido. No voy a insistir. Pero sí quiero recordar un detalle sobre el que creo que se ha hablado poco: ninguna restricción al aborto acaba con los abortos, solo los clandestiniza.
Cuando era un joven estudiante de medicina, había una máxima: la causa más frecuente de absceso pélvico era el aborto ilegal. Miles de muchachas acababan en antros insalubres o en casas particulares, sometiéndose a prácticas espeluznantes que se cobraban un macabro tributo en vidas y secuelas.
Peor aún era la salida fácil: para evitar los riesgos del aborto, muchas mujeres optaban por el infanticidio. Tan frecuente era esta práctica, que el supuesto de “defensa del honor” cuando el infanticidio era por la puérpera o por sus padres constituía una circunstancia atenuante.
Si ponemos bastones en las ruedas, no detendremos el carro: provocaremos un accidente. Las secuelas postaborto prácticamente habían desaparecido y el infanticidio de neonatos era anecdótico, y no me gustaría volver a la situación de hace 30 años.
Como no sé si me he expresado con claridad, y tal vez no sea lo suficientemente buen comunicador, permitidme que mi buen amigo Higiarco os cuente su experiencia...


Estoy en una de las tiendas de los soldados, revisando una cura en un brazo. El herido está sentado sobre su jergón y yo trabajo de rodillas. En ese momento aparece en la puerta otro hombre y pronuncia un débil saludo. Está nervioso, no sabe cómo abordarme: levanta una mano y vuelve a bajarla, frunce los labios, entra en la tienda y retrocede. Finalmente se queda fuera, quieto, esperando pacientemente a que acabe mi tarea.
-Tu herida está bien, Antífanes. Hoy es el cuarto día, cuando suelen inflamarse por segunda vez, pero la tuya no está inflamada. Si sigue así, en tres días volveré a revisarla y al siguiente te quitaré los puntos. Recuerda: lávala bien con agua de romero recién hervida, sécala con un paño limpio y pide a tus camaradas que te la venden con cuidado. Si tienes dolor o fiebre, o la herida mancha la venda desde dentro, manda llamarme.
Salgo al exterior y me estiro lentamente, masajeándome la espalda dolorida.
-Está bien, ¿qué quieres?
-¿Eres tú Higiarco? -Su acento no es argivo, algo a tener en cuenta.
-Sí, yo soy.
-Perdona que te moleste, pero es necesario que vengas a ver a una persona.
-¿Un camarada? ¿Lo ha visto ya algún médico de tu contingente?
-No es un camarada, es mi, bueno...
-Tu concubina.
-Sí, eso. Nuestro médico no quiere saber nada y no me da esperanzas.
-Está bien. ¿Qué le pasa?
-Tiene mucha fiebre y dolor en la parte baja del vientre, y sus genitales apestan.
-Está bien, soldado. Llévame con ella.
Lo sigo a través del campamento hasta llegar a una tienda pequeña, levantada apresuradamente.
-No puedo tenerla conmigo en ese estado -se disculpa el soldado-. Las demás mujeres se turnan para cuidarla.
Una mujer joven sale de la tienda. Adivina quién soy. Mira de reojo al otro hombre. No necesito más.
-Disculpa, aún no te he preguntado tu nombre.
-Timodemo.
-Bien, Timodemo. Será mejor que descanses un poco. Estás muy nervioso, y así no me resultas de ninguna ayuda. Vuelve a tu tienda y yo iré a buscarte luego. -Se marcha y yo percibo el alivio en la mujer-. Dime, muchacha. Ahora estamos solos, así es que habla sin rodeos.
-Estaba embarazada y ha abortado.
Justo lo que me imaginaba. Sacudo la cabeza.
-Y no lo ha hecho tomando hierbas, ¿verdad?
-Por la boca no.
Sacudo la cabeza de nuevo.
-Acaba de una vez, por los dioses. Cuéntamelo todo desde el principio.
-Está bien. Una de nosotras sabe hacer abortos. Le abrió las piernas y pinchó su matriz con una espina. Luego empujó dentro unas ramas de perejil.
-Justo lo que me temía. Su hombre dice que apesta, ¿es cierto?
-Sí. Le sale un flujo abundante y asqueroso, sobre todo cuando se levanta.
-¿Problemas para orinar?
-Le duele mucho, sí, y orina muy poco. Muchas veces, pero muy poquito cada vez.
-¿Y al cagar?
-Lo mismo. Caga muy poco. Hace fuerza y no sale nada más, pero ella dice que se siente llena. Y al rato otra vez lo mismo.
Me llevo la mano a la frente. Tiene todos los síntomas de mala evolución. Intento borrar la preocupación de mi rostro y entro en la tienda. Un cuerpecito delgado y joven está tendido en el jergón. La muchacha está empapada en sudor, jadea, apenas abre los ojos cuando la toco. Le subo la túnica. El vello del pubis está apelmazado por los flujos. Y sí, apesta. Palpo su vientre; ella tiene un espasmo de dolor. Llamo a su compañera y le pido que me ayude a sentarla.
-Así le sale más flujo.
-Es lo que quiero.
Obedece y me ayuda, pero la enferma vuelve a caerse en cuanto la soltamos.
-Vamos fuera -ordeno, y la amiga de la enferma sale conmigo-. Quiero que le depiléis el pubis. Buscad cualquier cosa para que aguante sentada, si puede ser con las piernas abiertas. Lavadle el sexo por dentro y por fuera con agua de romero recién hervida. Dadle a beber infusiones de corteza de sauce. Si me acompañas, te daré también milenrama y semillas de lino.
-¿Se curará?
-Posiblemente no. La inflamación ha traspasado la matriz y está en la pelvis, y no creo que pueda expulsar todo el pus que tiene dentro. Si todo va bien, quedará estéril y con molestias para toda la vida.
-¿Eso es ir bien?
-Sí. Si no va bien, morirá. Esto es lo más probable y no creo que tarde más que unos pocos días. Rezadle a vuestros dioses, a Appaliunas sobre todo, y preparad a Timodemo para lo peor.
-¿Algo más?
-Sí, la mujer que le ha hecho esto...
Pienso en ordenar que le den una paliza y le corten las manos, pero me contengo.
-Dime qué hay que hacer con ella.
-Aseguraos de que la venden al primer traficante que se acerque.


martes, 14 de enero de 2014

Curso de Narrativa de Antonio Penadés


Copio a continuación el texto publicado por L'Iber sobre este curso.
Yo me inscribí en la segunda edición y, sinceramente, fue una de esas cosas de las que uno nunca se arrepiente.
Este curso ha dado origen a toda una generación de jóvenes escritores valencianos y a amistades firmes y duraderas.
Apuntaos. os gustará.

Del 21 de marzo al 20 de junio de 2014Una obra literaria requiere una serie de ingredientes para aspirar a la excelencia: un argumento interesante y bien estructurado, personajes sólidos, corrección formal, elección del tono adecuado, diálogos fluidos y constructivos....
Después de repasar uno a uno todos estos elementos, el curso profundizará en el mejor programa informático de escritura creativa, en las claves del marketing y en las distintas posibilidades de edición que ofrece el mercado.
Precio del curso 180 €. 10% de descuento para amigos del Museo.
Información y matrícula: 963918675 en L'Iber, Museo de los soldaditos de plomo e info@museoliber.org
Horario Viernes de 18 a 20 h.