lunes, 14 de noviembre de 2011

El 20 de noviembre y el cuento de La Lechera


De nuevo se acercan las elecciones. Y, de nuevo, iremos a votar (o no) movidos por absurdas promesas irrealizables o, peor aún, por las ilusiones que nosotros mismos nos hemos forjado. Y, como es el tema de moda últimamente, nuestra principal motivación para ir a las urnas será salir de la crisis.

¡Inocentes! ¿Realmente creéis que cualquiera de los dos partidos mayoritarios va a sacarnos de la crisis? Analicemos los hechos...

La crisis.
1) La crisis no ha sido ocasionada por ningún gobierno, al menos no sólo. La crisis ha sido provocada por un sistema económico perverso, que en lugar de producir para satisfacer el consumo se basa en consumir para mantener la producción. Mientras el sentido común nos incita a la austeridad para no agotar recursos económicos y naturales, y para controlar la contaminación y el calentamiento global, los mercados nos empujan al consumo desaforado y a la obsolescencia programada. Los romanos trabajaban menos horas al día que nosotros, y sólo tenían sus callosas manos y unas herramientas elementales, y los monjes medievales (ora et labora) se sostenían con cinco horas de trabajo efectivo al día. Nosotros, con poderosas máquinas que multiplican nuestro esfuerzo, necesitamos trabajar 40 horas semanales para adquirir caprichosos cachivaches que cubren necesidades inexistentes y que se estropearán antes incluso de agotar la garantía legal de dos años, para lo cual ya han descubierto el truco de la "garantía disuasoria", consistente en secuestrarte el producto durante un mes cada vez que se avería. Ni que decir tiene que este sistema es extremadamente frágil, por cuanto se basa en la capacidad de un obrero para comprar el producto de otro, y cada empleado produce para mantener un sistema que se sostiene en el consumo. Si uno de ellos se queda sin empleo, y deja por tanto de comprar, se produce un efecto multiplicador que acaba con media fuerza de trabajo en la calle.
2) La crisis se ha potenciado por un sistema de monocultivo, propio del tercer mundo. España, que arrogantemente presumía de su crecimiento basado en el ladrillo, olvidó la lección de las bancarrotas de Brasil (monocultivo del café), Venezuela (petróleo) o Cuba (tropicales azúcar y tabaco que sus gélidos aliados soviéticos compraban a precio de oro negro). Con unos tipos de interés del 2%, se produjo una fiebre especuladora en la que los créditos se pedían para comprar viviendas en las que no se pensaba vivir, y cuyo único fin era ser vendidas con generosas plusvalías. A nadie le llamó la atención que hubiese ya más viviendas que familias, o que los primeros pagos de cualquier crédito consistiesen en intereses que se doblarían si el tipo de interés se doblaba, es decir, subía un previsible 2% más. Con una subida tan ínfima, el mercado se colmó de viviendas imposibles de pagar, y de carteles de "se vende" sin que nadie comprase. Mientras tanto, todos los poderes fácticos, y he dicho TODOS, se regocijaron en el barro del beneficio fácil. Por cada piso vendido, el gobierno central cobraba un IVA; el autonómico, un impuesto de actos jurídicos documentados; el ayuntamiento, un IBI. Ninguna administración, de ningún partido, estaba interesada en dejar de acuchillar a la pobre gallina de los huevos de oro.
3) La crisis se ha intensificado por la actitud irresponsable de los medios de comunicación, tratando un aumento del 2% de los tipos de interés como si fuese el fin del mundo, y declarando que era la peor crisis desde 1929. Por la de bancos y empresas constructoras, huyendo hacia delante. Por la de la oposición, exagerando el problema para obtener tajada política. Por la del gobierno, que no ha sabido tranquilizar al público.
4) La crisis se mantiene por un principio que ya previó George Orwell en "1984": si se crea riqueza, hay que repartirla; sólo la destrucción de la riqueza permite mantener la desigualdad y el poder. Así, las grandes empresas, las mismas que financian y sostienen a los partidos, se frotan las manos con cinco millones de parados dispuestos a aceptar cualquier clase de condiciones laborales, y con unos españoles acojonados dispuestos a tragar con convenios colectivos a la baja, reducciones de sueldo, abaratamientos de despido y toda suerte de políticas propias del más salvaje capitalismo decimonónico.
5) La crisis se consolida porque los tiburones financieros disfrutan especulando con los altibajos de la bolsa, con los ataques a la deuda soberana, con el mangoneo de las calificaciones de riesgo, con las constantes peticiones de fondos públicos para reflotar empresas centrífugas. Como muestra, un botón: la necesidad de ayuda para el banco de Valencia. Pensemos... El BV es de Bancaja, Bancaja es de Bankia, y Bankia ha obtenido beneficios. ¿No debería ser Bankia quien reflotase el BV? Ah, no, que son entidades jurídicas distintas, claro.

La gestión de la crisis.
Y ahora es cuando os pido que penséis con la cabeza y no con las siglas. Vivimos en un país de competencias atomizadas. Ayuntamientos, diputaciones, autonomías y estado central, en manos de partidos diversos, ejercen el poder sobre áreas que directa o indirectamente influyen en la creación de riqueza y en su gestión. Y aquí es donde debéis deteneros a pensar: ¿quién ha gestionado mal mi dinero? En nuestro caso, fundamentalmente, la Generalitat Valenciana, gobernada por el PP. En las pasadas elecciones, en un milagro de lucidez, los votantes decidieron castigar al gobierno central en unas elecciones autonómicas, por los errores cometidos en un gobierno autonómico que, oh maravilla, salió reforzado en las urnas.Y es que, como decía Marx, la Historia se repite, pero unas veces como tragedia y otras como farsa. Nosotros la reestrenamos como teatro del absurdo.
Podéis votar lo que vuestra conciencia o vuestra convicción os dicte, pero hacedlo con el cerebro y no con la vesícula biliar. Preguntaos si quien ha gestionado tan mal la crisis desde vuestro gobierno autonómico lo hará mejor desde el central, eso es todo lo que os pido.
Y olvidad vuestros sueños de princesas y príncipes azules: ni el partido del BBVA ni el del Santander, ni el de Gas Natural ni el de Endesa, os sacarán de la crisis. Al menos, no este año.

Entonces, ¿voto o no voto?
¡Por supuesto!
En 1933, con un puñado de votos, Hitler inició su ascenso al poder en un país que tenía diez millones de militantes socialistas y comunistas, los cuales se quedaron en casa diciendo aquello de que "todos son iguales", "la república de Weimar es burguesa" y otras chorradas por el estilo. El mismo año, en España, alcanzaba el poder, por las mismas razones, un caradura chillón, incompetente y corrupto llamado Lerroux. SIEMPRE HAY QUE VOTAR. Puede que no te guste ningún partido, pero no votar puede hacer que el gobierno que tengamos sea algún día el peor imaginable. Cuando los españoles salieron en masa a la calle a manifestarse contra la injerencia española en Irak, deberían haberse preguntado por qué el gobierno que nos había metido en ella tenía mayoría absoluta con tan solo el 24% de los votos posibles. Votad, maldita sea, votad.
¿Pero no he dicho que no nos van a sacar de la crisis?
Sí, lo he dicho y me reafirmo en ello. La evolución de la crisis es independiente del resultado de las próximas elecciones, y el 2012 será tan malo o peor que el 2011. Pero hay que ir a votar, porque lo que saldrá de las urnas no es la solución a la crisis, pero sí algo igualmente importante. Vais a votar vuestro modelo de sanidad, de educación, de política social, de relaciones internacionales, de tolerancia moral. Vais a decidir entre la sanidad pública, universal y gratuita o la gestión privada. Vais a elegir entre la escuela laica y de calidad o el refuerzo de la educación concertada. Vais a votar si nos alineamos con la cooperación internacional o no. Vais a decidir si los homosexuales deben o no tener los mismos derechos que los heterosexuales. Vais a forjar el grado de independencia entre Estado e Iglesia. Sea cual sea vuestra decisión, la respetaré, pero votad por esos motivos y no por el cántaro que se tambalea sobre la cabeza de La Lechera.


lunes, 24 de octubre de 2011

Libia: el país donde volvimos a cagarla.

Aunque este sea un “blog” con intenciones históricas y literarias, hoy voy a hablar de política. Y voy a ser políticamente incorrecto, como lo he sido toda mi vida.
            Voy a hablar de Libia.
            Cuando empezó la “primavera árabe” en Túnez, yo empecé mis comentarios políticamente incorrectos. “Sólo he visto velos en el bando de los sublevados, no en el del gobierno; eso me basta para saber a quién debo apoyar”. Todo el mundo me miró mal.
            Le llegó el turno a Mubarrak. Parafraseando la doctrina norteamericana, dije de él: “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Todo el mundo volvió a mirarme mal. Los Hermanos Musulmanes iban cobrando protagonismo. Predije que pronto empezaría la persecución contra los cristianos coptos, y el tiempo tardó muy poco en darme la razón.
            La “primavera” se extendió y le llegó el turno a Libia, cuyo Coronel no me caía particularmente bien, pero del que sabía su capacidad para aguantar el tirón. Occidente se precipitó en congelar fondos y emitir condenas, creyendo que caería con tanta facilidad como otros líderes barridos por el viento del cambio. Pero no. Gadaffi se mostró capaz de resistir. ¿Qué hacer ahora? ¿Arrodillarnos ante él y pedirle perdón? “Discúlpanos, nos equivocamos. Ahora, vuelve a vendernos tu petróleo y tu gas natural”. Imposible. Sin vuelta atrás, sólo cabía derrocarlo y confiar en que el gobierno rebelde pactara con Occidente. Así es que se propuso la “exclusión aérea con fines humanitarios” y yo, como Casandra, advertí que la cosa no quedaría ahí, que intervendríamos activamente para derrocar al tirano y, como en la guerra de Kosovo, bombardearíamos objetivos estratégicos tanto militares como civiles; y, como a Casandra, nadie me creyó.
            Una coronel guapísima y maquillada se convirtió en portavoz de los rebeldes libios. “¡Pobre! ¡Ya veremos lo que tarda en llevar velo!” Y otra vez me miraron mal.
            Amnistía Internacional, así como otras organizaciones, denunció la brutalidad de las tropas “de liberación”, pero decidimos mirar a otra parte y ponernos la pinza en la nariz.
            Los rebeldes, cuando iban ganando gracias a nuestra ayuda, ya manifestaron que no tolerarían “tropas extranjeras”, en referencia a una posible misión de reconstrucción de la ONU, la OTAN o la Unión Europea. Deberíamos habernos mosqueado, pero preferimos seguir creyendo en Los Mundos de Yuppi y continuamos con nuestro apoyo a los sublevados.
            El “Consejo Nacional de Transición” ha anunciado hoy que el país se regirá por la Ley Islámica. Os lo dije. Os lo dije y no me creísteis. Por si fuera poco, acaban de anunciar el triunfo de los islamistas en las elecciones de Túnez. Ahora, solo falta esperar el momento en que Europa sea también una República Islámica y se obligue a nuestras hijas a llevar velo, comer aparte y caminar un metro por detrás de sus maridos.
            Y todo esto es porque Occidente está gobernado por una caterva de gilipollas.
            

domingo, 18 de septiembre de 2011

"Textos para la historia del Próximo Oriente Antiguo" de Federico Lara Peinado. Una herramienta útil para escritores.

Desde el mismo prólogo, esta obra no oculta su intención de ser un libro de texto. Para algunos de nosotros, ello quiere decir que no tiene la seriedad de un tratado científico ni la amenidad de un libro de divulgación.
El Doctor Federico Lara Peinado es profesor de Historia Antigua en la Complutense y autor de más de treinta libros. Se ha especializado en Mesopotamia, y dicha especialización, como veremos, pesa bastante en esta obra.
El libro, como muchos otros del mismo estilo, está dividido en dos secciones: la primera, una introducción general a la historia de la región; la segunda y más larga, una selección de textos.
La primera parte es desordenada y mal aprovechada. Desperdicia un valioso espacio impreso y un aún más valioso tiempo del lector en una obsesión por nombres de gobernantes y fechas concretas, que hubieran hallado mejor cabida en una buena tabla cronológica comparativa (la que se incluye es bastante floja), y nos deja con las ganas de conocer más detalles de su cultura y su vida cotidiana, algo que sorprende en el autor de “Mitos sumerios y acadios” (1984) , “Así vivían los fenicios” (1990) o “Así vivían los egipcios” (1991). Por otra parte, deja ver las preferencias del autor en cuanto al peso que sumerios, acadios, asirios y babilonios cobran en el texto, así como en la solidez del mismo. Otros pueblos del Próximo Oriente reciben un tratamiento más superficial, independientemente de su importancia histórica (hititas, hurritas, persas), de su influencia cultural (fenicios) o de su producción escrita (ugaritas). Particularmente discutible es el estudio de los hebreos, donde el autor decide dar por históricamente infalible al Antiguo Testamento, despreciando otras fuentes que puedan contradecir la visión ortodoxa del Pueblo Elegido y mencionando los nombres de los héroes bíblicos como personajes históricos documentados, en contra de la tendencia cada vez más extendida de considerar míticos a algunos de ellos.
En la segunda parte se recogen textos interesantes y representativos de las culturas del próximo Oriente, pero nuevamente se nota el peso de las preferencias del autor y los mesopotámicos ganan por goleada. Eso no sería necesariamente malo si el lector quiere centrarse en estos pueblos, pero uno se queda con las ganas de algunos textos más sobre Ugarit (¿donde está la importantísima correspondencia cruzada con el rey de Alashiya, lamentándose de la llegada de los Pueblos del Mar?), la costa de Asia Menor (con los interesantes tratados de los pueblos luvios con sus señores hititas) o los amorreos, por no hablar de la pobre representación de los hititas y el trato a  pueblos tan interesantes como cananeos y filisteos, a los que sólo se cita a través de la Biblia. Personalmente echo en falta la transliteración/transcripción de algunos originales, además de su traducción al castellano, pero esto último no es un reproche sino sólo una preferencia personal; entendemos que no era ése el objetivo del libro. Lo que sí podemos reprochar es que como “fuentes” no se cite nunca dichos originales, sino tan solo textos en lenguas europeas. Si el autor ha traducido personalmente de las lenguas orientales, debería hacerlo constar; de lo contrario, su trabajo desmerece un tanto.
Ya he mencionado la falta de buenas tablas comparativas. Los mapas de mesopotamia son buenos, aunque pequeños, pero las regiones periféricas están peor representadas, y el mapa de Anatolia es muy mejorable. También se hecha en falta un glosario de nombres geográficos, que nos relacione los nombres de un mismo accidente en distintas lenguas.
En definitiva, un libro muy útil para hacerse una idea de las civilizaciones sumeria, acadia, asiria y babilonia (menos útil para quien desee conocer otras civilizaciones de la región) y una buena herramienta para novelistas históricos y profesores, aunque no deje de tener sus fallos.

Ficha técnica:

Título: Textos para la historia del Próximo Oriente Antiguo .
Autor: Federico Lara Peinado.
Editorial: Cátedra, colección Historia/Serie menor. Madrid, 2011.
Rústica.
423 páginas.
PVP: 18 euros

lunes, 5 de septiembre de 2011

Soltar el rollo


Estoy releyendo a Cicerón: es un ejercicio que no me agota, y aún hace calor para cosas más fatigantes. Como decía, releo a Cicerón, concretamente su "Defensa de Sexto Roscio de Ameria", y me hallo con este fragmento (párrafos 100-101)...

Todo esto me lo va a oír [Capitón] si se presenta como testigo, mejor dicho, cuando se presente, pues sé que piensa hacerlo. Que venga ya. Que desenrolle ese volumen que, según yo puedo demostrar, Erucio ha escrito para él.

"Que desenrolle ese volumen". Para entender esa frase hay que conocer una particularidad del derecho romano. A diferencia de lo que se espera de un testigo en un juicio español de hoy en día, a un testigo romano se le permitía llevar su testimonio por escrito y leerlo ante el tribunal; de ese modo evitaba caer en contradicciones internas y podía recurrir a la ayuda de terceros para mejorar su oratoria y poder de convicción. ¿A quién tiene que convencer un testigo? ¿Por qué podría contradecirse si sólo dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, según la fórmula de las películas americanas? ¿No es el juez quien debe hacer las preguntas para asegurarse de la veracidad del testimonio? ¿Cómo puede el testigo saber de antemano lo que debe contestar a unas preguntas que aún no han sido formuladas?
            Sorprendente para nuestros usos, pero normal a los ojos de un romano del siglo I a.c. El testigo llevaba su testimonio en un volumen, es decir, un rollo escrito, cuya longitud sería por tanto proporcional a la del discurso que iba a pronunciar. Así, con el volumen bajo el brazo, cuando se le preguntaba tomaba su escrito, destaba el cordelito y procedía a soltar el rollo.
            Todos podemos imaginar la expresión de jueces y testigos cuando algún botarate poco ducho en la oratoria soltaba un rollo de cierta consideración.         
            Ahora ya sabemos de dónde procede, probablemente, esta expresión. Espero no haberos soltado un rollo.


domingo, 5 de junio de 2011

Simon Scarrow en Valencia.


De un tiempo a esta parte, casi todos los actos literariamente interesantes de Valencia suceden en sólo dos lugares: Bibliocafé y L’Iber. Hoy (viernes tres de junio de 2011) toca L’Iber, y nada menos que un homenaje a Simon Scarrow y la presentación en Valencia de su nueva novela: “Gladiador, la lucha por la libertad”.
     Empezaremos recordando quién es Simon Scarrow. El escritor británico tuvo a bien nacer en 1962 en Lagos, Nigeria, tal vez por aquello de empezar su vida viajando, cosa que no ha dejado de hacer desde entonces. Profesor de Historia durante años y autor de dos series de novela histórica, ambas publicadas en nuestro país (con el retraso inherente a su traducción) por Edhasa: la serie “Águila”, que narra las aventuras de los legionarios romanos Cato y Macro en época del emperador Claudio; la serie “Revolución”, que trata de las vidas paralelas de Wellington y Napoleón desde su juventud hasta su enfrentamiento final en Waterloo. Podéis encontrar una información más amplia, y probablemente mejor escrita, en este artículo de Babelia de 2006: “Una de romanos”.
     Alejandro Noguera, el director de L’Iber, presenta al autor, a su editora Anna Portabella y a Antonio Penadés. A continuación, con la experiencia de quien ha leído todos los libros que comenta, y lo ha hecho por placer y no sólo para este acto, nos repasa la extensa bibliografía del autor con la detallada descripción de cada título. Para quienes no la tengan a mano, recordaremos que sus novelas son...
     Serie "Águila": "El águila del Imperio" (2000); "Roma uincit!" (2001); "Las garras del águila" (2002); "Los lobos del águila" (2003); "El águila abandona Britania" (2004); "La profecía del águila" (2005); "El águila en el desierto" (2006); "Centurión" (2007); "El gladiador" (2009); "La Legión" (2010), aún sin traducir al castellano; "Pretorianos", en preparación.   
     Serie "Revolución": "Sangre joven" (2007); "Los generales" (2008); "A fuego y espada" (2009); "Campos de muerte" (2010).
     La guinda del pastel es la presentación de una nueva serie, esta vez dirigida al público juvenil, cuyo primer título es “Gladiador, la lucha por la libertad”, la historia de un niño que, tras perder a sus padres, acaba en una escuela de gladiadores.
     Llega el turno del autor. Simon Scarrow, tal vez por las tablas de sus años como profesor, tal vez por su popularidad, o tal vez sólo por el hecho de ser inglés, habla modulando la voz con la exquisitez de un actor británico; escucharlo es como oir la voz en off de un documental de la BBC, o un fragmento del “Julio César” de Shakespeare interpretado por Richard Burton. De todos modos, musicalidad aparte, soy incapaz de apreciar su verbo dado que no hablo ni una palabra de inglés; menos mal que Noguera hace las veces de traductor. Scarrow pide disculpas por no hablar castellano y, en un alarde de diplomacia, nos halaga recordando que somos un país mucho más romanizado y que tenemos la suerte de tener por doquier vestigios arqueológicos romanos a flor de superficie; agradece así mismo que nuestro país es, tras Gran Bretaña, el segundo mercado para sus libros. Nos habla de su pasión por la civilización romana. En una autodisgresión, se pregunta a sí mismo por los aspectos menos atractivos y más barbaros de dicha cultura, en especial el gusto por la sangre en los espectáculos públicos, y se responde también a sí mismo: en los talleres de recreación histórica que hace para sus alumnos, los muchachos no dudan ni un instante en pedir a gritos la muerte para quien hace el papel de gladiador. Concluyendo, por tanto, que no somos tan distintos de los romanos, puede seguir contando las peripecias de su proceso creativo. 
     Del diálogo entre Scarrow y Noguera, así como de la intervención del público asistente (entre ellos nada menos que Santiago Posteguillo, nuestro superventas romano nacional) destacaremos que los dos protagonistas de la saga "Águila" son en realidad el propio autor, y que sus peripecias son en realidad un diálogo interior entre el Simon más joven (Cato) y el más maduro (Macro); que nuestro invitado, a diferencia de otros escritores, no trabaja sobre un guión excesivamente detallado porque sus personajes "viven en su cabeza", siendo su proceso creativo más espontáneo e intuitivo; y que el mayor rendimiento lo obtiene pasados los primeros veinte minutos, momento en que ya es capaz de "ver a través de la página".
     Ya eran las nueve cuando bajamos a disfrutar del "aperitivo romano", con frutos secos, olivada sobre pan de sartén y un exquisito tinto valenciano. Aproveché para comprar dos ejemplares y que el autor los dedicase a mis hijas. De ahí a cenar con alegres camaradas, aunque me senté lo suficientemente lejos del autor para no poner en evidencia mi ignorancia de su idioma. 

domingo, 29 de mayo de 2011

Nueva serie: escenas de Judea. El acueducto.

Marco Cornelio no era un Cornelio, a pesar de haber heredado el nombre de sus antepasados, al primero de los cuales se lo otorgó el mismísimo Sila. Marco sólo era un tribuno militar, veterano de mil destinos espantosos, pero ninguno tanto como aquella tierra bárbara e ingrata que era Judea. Así es que cuando el niño judío que hacía de recadero entró en su cuarto de la Torre Antonia interrumpiendo un asqueroso desayuno, caliente por el clima más que por la cocina, ya sabía que nada bueno podía suceder.
  -Tribuno, el prefecto te reclama.
  Hacía tiempo que había renunciado a escuchar la palabra “señor” de boca de un judío, así es que no prestó atención a la descortesía y se limitó a despedir al chiquillo con un ademán. Camino del despacho de su superior, tuvo tiempo de blasfemar en latín, griego y un poco de arameo. Al entrar, Poncio Pilato estaba de pie, mirando por la ventana. No se molestó en girarse para recibir a su subordinado.
  -Cornelio, prepara a tus sirios. Mis informadores me han avisado de que se avecinan disturbios.
  -A tus órdenes, mi prefecto. Con tu permiso, ¿puedo acceder a algo más de información?
  -Será al mediodía, aquí mismo. Los agitadores han organizado una protesta por la construcción del acueducto.
  “Era de esperar, necio patán”, pensó Marco, guardando un prudente silencio mientras rumiaba una respuesta que no contrariase demasiado al prefecto. Pilato quería construir  una conducción de agua que mejoraría el suministro de la ciudad, pero para ello había decidido pignorar el tesoro del Templo, un dinero sagrado que no podía emplearse en fines profanos.
  -Con el debido respeto, mi prefecto, ¿no podríamos volver atrás? O al menos hacer correr el rumor de que el proyecto se ha suspendido. O que se construirá sólo con dinero romano.
  Esta vez, Pilato sí se volvió, fulminando con la mirada a su insolente subalterno.
  -No podemos mostrar debilidad ante los judíos.
  No, no podían mostrar debilidad, pero había que saber cómo demostrar el poder de Roma. Marco aún recordaba el desagradable incidente sucedido hacía poco, cuando Pilato se encabezonó en mostrar estandartes con la efigie del emperador, contraviniendo las costumbres de la población. Los judíos no podían ser distintos a otros súbditos del imperio, pensaba el todopoderoso Sejano desde la lejana Roma, así es que debían acabarse todos los privilegios; si todos los pueblos rendían homenaje al emperador, no se haría excepciones con nadie. Así es que, de noche y con el mayor sigilo, los estandartes fueron introducidos en la ciudad para que amaneciesen en sus puestos. El escándalo fue mayúsculo, hasta el punto de que el prefecto tuvo que rectificar. Lo que debió ser una muestra del poder romano se convirtió en una victoria de los levantiscos.
  -Mi prefecto, no sólo los judíos se oponen al uso de ese tesoro. El divino Augusto, en su sabiduría, nos dio leyes con las que gobernar nuestro imperio, y una de ellas establece claramente que el dinero del Templo de Jerusalén es un dinero sagrado y que cualquier romano que lo toque será reo de sacrilegio.
  -¡Tonterías! El divino Augusto está ahora entre los dioses, no entre los hombres. Y un dinero que no se puede utilizar no es dinero de verdad, sólo chatarra inútil. Ese dinero servirá para pagar a los obreros de la construcción que están mano sobre mano desde hace años, circulará por la ciudad y creará cada vez más riqueza. Además, Jerusalén necesita ese acueducto. ¡Roma necesita ese acueducto! Si queremos que Jerusalén sea una ciudad romana, debe parecerlo.
  -Mi prefecto, con tu permiso: somos romanos y por tanto racionales, pero no todo el mundo es igual. Confías demasiado en la naturaleza humana. Cuando vean el acueducto, los judíos no pensarán en el agua fresca, sabrosa y saludable, sino tan sólo en las monedas sagradas que los extranjeros han empleado de forma impía.
  Pilato enrojeció. Él era un prefecto, miembro del Orden Ecuestre, y no iba a permitir que un descendiente de libertos cuestionase sus órdenes.
  -¡Tribuno! He dado una orden y la cumplirás. Al mediodía, tus sirios estarán preparados para repimir una manifestación en las inmediaciones de la Torre Antonia. ¡Y punto!
  Marco saludó y se retiró. Era un soldado y había recibido una orden Y punto.

jueves, 28 de abril de 2011

IIº CONCURSO LITERARIO “MUSEO L’IBER” DE RELATO CORTO HISTÓRICO.

Un año más, el museo L'Iber convoca su concurso de relatos cortos. El plazo de presentación termina el 10 de mayo. Podéis acceder a las bases aquí.

Animaos y participad.

lunes, 18 de abril de 2011

Nueva reseña en Hislibris: Venganza de Sangre.

Hoy se ha publicado en Hislibris una nueva reseña. Esta vez se trata de Venganza de sangre de Sebastián Roa, un libro que ya os recomendé en su momento (aquí), y que ahora podéis conocer con más detalle visitando la página de Hislibris (aquí).
Os recuerdo que podéis ver el resto de mis reseñas publicadas en la web aquí, y las de este blog haciendo clic en las etiquetas "reseñas" o "eventos".
Os agradezco a todos la atención prestada.

Josep.

viernes, 15 de abril de 2011

Presentación en L'Iber de “Caminarás con el sol”, de Alfonso Mateo Sagasta.



1517. La expedición de Francisco Hernández de Córdoba bordea la península deYucatán, a la que creen una isla, y fondea frente a un lugar que hoy llamamos Champotón. 110 hombres desembarcan para repostar agua y al punto son atacados por los indios. La sorpresa hace mella en los expedicionarios. Acostumbrados a indios dóciles o fáciles de vencer, no entienden una reacción tan violenta. Tampoco comprenden por qué se les han acercado sigilosamente, ni por qué gritan una palabra demasiado familiar, “castilian”, ni cómo saben dónde apuntar para sortear las armaduras, ni cómo han reconocido quién es el jefe, al que intentan matar con especial interés, ni por qué rehuyen el cuerpo a cuerpo. 57 españoles mueren, dos son capturados, el capitán queda malherido y todos los supervivientes, salvo uno, han sido alcanzados por las flechas. Esos indios conocen a los españoles, está claro. ¿Cómo es posible? Pues porque los dirige un español: Gonzalo Guerrero.

Estamos de nuevo en L’Iber, en el Carrer dels Cavallers. Esta vez es para la presentación de “Caminarás con el sol”, de Alfonso Mateo Sagasta. Alfonso (Madrid, 1960), Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido librero, arqueólogo, escritor y habitual ganador de premios literarios. Es el autor de varias novelas, todas ellas de reconocida calidad, como “Ladrones de tinta”, “El olor de las especias”, “El gabinete de las maravillas”, “Las caras del tigre” y la que hoy nos ocupa.

“Caminarás con el sol” cuenta la historia de Gonzalo Guerrero, veterano de la Guerra de Granada y de Ceriñola y uno de los españoles que participó en la conquista de la Tierra Firme. Capturado por los indios tras un naufragio, se salva de ser sacrificado y devorado como algunos de sus compañeros para ser convertido en esclavo. Con el tiempo se integrará tan plenamente en el universo de sus captores que se convertirá en un líder y en la pesadilla de los conquistadores, a los que mantendrá en jaque durante 20 años.

En la mesa se respira un ambiente distinto tras las miniaturas de soldados españoles y guerreros indios. Las miradas cómplices, las amplias sonrisas y los músculos relajados demuestran que esta vez se trata no sólo de respetados contertulios, sino de auténticos amigos. Alejandro Noguera, anfitrión y director de L’Iber, nos introduce al mundo maya en su ocaso, a la conquista española y a la figura del protagonista, terrible traidor para los españoles, héroe nacional para los mexicanos.

Junto a Alejandro, oficia de presentador Juan Miguel Aguilera (Valencia, 1960), diseñador industrial y escritor al que este humilde escribano recuerda por su genial “Mundos en el abismo” (de 1988, nada menos), pero al que encontraréis más fácilmente en las librerías si preguntáis por “La red de Indra”. Reivindica la novela “de frontera” y lamenta que los españoles no hayamos sido capaces de sacar provecho a la épica de la conquista de todo un continente, a diferencia de los norteamericanos y su “conquista del Oeste” (en sus dos versiones, indio-malo/blanco-bueno e indio-bueno/blanco-malo).

Los tres rememoran industrias y andanzas, construyen una completa semblanza de la época y de la región, nos recuerdan que una y otra eran de una gran violencia, desautorizan creencias comunes como la del “buen salvaje”,  destacan la importancia de quienes cambiaron de uno a otro bando (de grado o por la fuerza) y disfrutan tanto como nosotros, encandilado público.

Es el momento de comprar el libro quienes aún no lo han hecho. Bajamos hasta la librería y entre vino rosado y empanadillas  (chincha rabiña, Ariodante, que me comí las mías y las tuyas) agobiamos al pobre autor, que no puede ni sentarse. Después, a cenar a un restaurante vecino, que no sólo de empanadillas vive el autor.






jueves, 7 de abril de 2011

II Encuentro de Hislibris en Valencia

Sí, ya sé que prometí hablar de Historia de la Medicina o de la Edad del bronce, pero esta semana sería inapropiado dado la que nos va a caer en Valencia. Nada menos que el II encuentro de Hislibris.

Los actos empezarán el viernes 8 de abril. A las 7 de la tarde, en el Palacio de Malferit (Centro Cultural L’Iber, calle Caballeros, 22) tendrá lugar la entrega de los II Premios de literatura histórica de Hislibris. Habrá vino y empanadillas, así como otras bebidas más frías y no derivadas de la uva, algunas de ellas no alcohólicas (un desperdicio, vamos).  No sé si hay prevista cena posterior, pero dudo que yo me acueste pronto.

El sábado 9 de abril, a las 11:30 de la mañana, habrá  charlas y mesas redondas, también en L’Iber. Creo que yo participo en una, donde me pondré pesado otra vez con la obligación moral del novelista de no propagar el error. Luego nos iremos a comer, que hay que reponer fuerzas para la que se avecina.


A las 6.30 de la tarde (18:30 para los amigos), nos desplazaremos hasta el Bibliocafé, en la calle Amadeo de Saboya (junto  la parada de metro Aragón). Así demostraremos a nuestros invitados que en Valencia también hay distancias que requieren el uso de electricidad o combustibles fósiles. Allí tendrá lugar la entrega de premios y presentación del libro del III Concurso de relatos de Hislibris. Hay un cuento mío en ese libro, "700", que es como "300" pero con 400 más.

Finalmente, el domingo 10 volveremos al Bibliocafé, para ver la presentación, a las 12 del mediodía, de la colección "El Periscopio" de Ediciones Evohé, libros sobre viajes en el tránsito del siglo XIX al XX.

Además, este jueves se inaugura la Feria del Libro.

Como veis, oferta cultural no nos va a faltar. Así es que animaos, que quiero veros a todos (y beber con vosotros, por supuesto)

lunes, 21 de marzo de 2011

"El hechizo de Caissa" y "Venganza de Sangre": dos libros que SÍ me han gustado

Ante todo, debo pediros a todos disculpas por el descuido con que he tratado esta bitácora. Ya sé que todos trabajamos y que los agobios laborales no deberían ser una excusa, pero a veces ya no queda tiempo que arañar de ninguna parte.
Deseo recomendar la lectura de dos libros: “El hechizo de Caissa”, de Fernando Ortega, y “Venganza de Sangre”, de Sebastián Roa.

“El hechizo de Caissa” es la ópera prima del valenciano Fernando Ortega, uno de los muchos exalumnos del taller literario que Antonio Penadés imparte en el Palacio de Malferit de Valencia. Su presentación el pasado 3 de marzo en dicho palacio fue una de las mejores que he tenido el placer de disfrutar, con un autor que, en palabras de nuestro común maestro Antonio, “habla tan bien como escribe”. O deberíamos decir que “escribe tan bien como habla”, a juzgar por la enorme calidad del texto, un castellano casi perfecto y con una estructura magnífica: la palabra precisa, la frase exacta, la corrección ligüística y estilística.
La novela nos cuenta la historia de Marcos, un muchacho argentino de cinco años, desarraigado de su familia y de su país tras un extraño proceso de adopción que lo lleva a la lejana y desconocida España. Su padre adoptivo, Roberto, no parece entusiasmado ni acogedor, y el chico crece en un ambiente lacónico y frío. Por si fuera poco, un día descubre que ha sido poseído por Caissa, la musa del ajedrez, al tiempo que su padre (apasionado jugador) se niega a ser su maestro en los secretos de ese arte. Marcos soslayará la prohibición paterna y buceará por sí mismo en los abismos de una afición atractiva y adictiva que dictará tiránicamente cada uno de sus pasos en la vida.
Hay AQUÍ una crónica de la presentación en la página Web de La Revelación, pergeñada por este humilde corresponsal. Y AQUÍ tenéis una reseña de la novela, ejecutada con maestría por Ariodante.

“Venganza de Sangre” es la tercera novela de Sebastián Roa, tras Casus belli, y El caballero del alba (con reseña en Hislibris AQUÍ). Cambiamos pues de un novel a un veterano.
“Venganza de Sangre” se presentó el 19 de diciembre en el Bibliocafé de Valencia, evento del que ya se hizo eco Hislibris AQUÍ, y fue también un magnífico espectáculo (en el sentido literal de la palabra, puesto que incluyó una breve representación). Estamos, en palabras de Santiago Posteguillo, ante una novela que “ha venido para quedarse”. Jó, qué envidia; nadie dice lo mismo de lo que yo escribo. ¿Exagera el maestro Posteguillo? En absoluto. Estamos ante una novela que aúna el perfecto tratamiento psicológico y vital de los personajes con un romántico espíritu de aventuras, todo ello con una corrección que roza la perfección.
El pequeño Duran D’Avesnes se encuentra en Malta durante la guerra que enfrenta a aragoneses y angevinos por el control del Mediterráneo Occidental; su padre muere en combate y su madre es vilmente forzada y asesinada ante sus ojos. Él mismo es rescatado de la muerte por el honorable aragonés Artal de Exea, que jura vengar la ignominia de la que el muchacho ha sido objeto y educarlo como un caballero. Duran, convertido en Blasco de Exea, acabará convirtiéndose en un monje templario en el peor momento posible, cuando las intrigas de Felipe el Hermoso de Francia provocan la disolución de la Orden y la persecución inmisericorde de los freires. La novela nos narra, por una parte, las aventuras de Blasco por Cerdeña, Escocia, Aragón, Valencia y Sicilia. Por otra nos muestra las mezquindades del poder y de los poderosos en una época en que está en juego nada menos que la supremacía en el Mediterráneo.
Bueno, para un análisis más detallado tendréis que esperar a la reseña que aparecerá en Hislibris. O podéis comprar el libro, cosa que os recomiendo.

Aprovecho para anunciar que tengo la intención de desarrollar dos líneas más de entradas en el Blog. La primera se centrará en la Historia de la Medicina, la segunda en la Edad del Bronce. Toda aportación al respecto es bienvenida.

Un abrazo y hasta pronto.

lunes, 28 de febrero de 2011

"El ejército romano" en L'Iber


Para quienes vivimos en Valencia, y para los que os podáis acercar, una buena noticia: en L’Iber, el museo de los soldaditos de plomo, habrá durante el mes de marzo un ciclo de conferencias sobre el ejército romano impartidas por el Dr. Nicholas Sekunda.
Nicholas Sekunda es Dr. en Historia Antigua y Arqueología, profesor de las Universidades de Oxford, Manchester, Torum y Gdansk (Polonia), y cuenta con más de 70 publicaciones científicas y divulgativas, entre las que destaca la conocida serie Osprey de época griega y romana.
La primera conferencia del ciclo, "Los orígenes del ejército romano", es el próximo martes 1 de marzo a las 19:30’. Las siguientes, los martes 8 y 22 del mismo mes.
Para quienes no sepan dónde es, L’Iber se halla en el Palacio de Malferit, Carrer dels Cavallers 20 y 22, frente al Teatro Thalía.

viernes, 14 de enero de 2011

Dos libros que no me han gustado: "Cómo no escribir una novela" y "El peor de los males"



Cómo NO escribir una novela. Howard Mittelmark y Sandra Newman.
Un mal libro, una deshonesta recopilación de manías personales.
El título es atractivo, las críticas citadas son positivas, el tono es humorístico. Los autores, aunque identificados en la contraportada especialmente por su faceta de escritores, asumen el papel de un hipotético editor analizando cuáles son los errores que puede cometer un escritor novel y enseñan cómo evitarlos. Promete mucho, decepciona pronto.
Para empezar, es excesivamente maniqueo. Los textos que incurren en uno solo de los muchos errores descritos son directamente catalogados como “impublicables”. Aunque los ejemplos humorísticos expuestos son, precisamente, inaceptables, su mismo carácter hiperbólico impide saber qué grado de error es aceptable para el presunto editor, si es que hay algún grado de tolerancia.
En segundo lugar, el título debería ser “cómo escribir una novela de Dan Brown”. El objetivo del libro no es la calidad literaria, sino tan sólo “ganar un mogollón de pasta” (textualmente), sacrificando lo que sea necesario con tal fin. La velocidad de lectura, la trama adictiva, el famoso “ritmo trepidante”, son lo único que cuenta. Paradójicamente, el autor/editor consideraría “impublicables” muchos textos y escritores consagrados. Nada de describir la ropa de los personajes: fuera Dominique Lapierre, fuera Raymond Chandler. Nada de descripciones de los escenarios: adiós a Blasco Ibañez. Nada de describir lo que comen los personajes (ridiculizado como “canal cocina”): adiós a Gisbert Haefs. Nada de monólogos interiores: hasta nunca, Yourcenar. Nada que interrumpa el ritmo de infarto, ese que “engancha” (maldita palabra, maldita tendencia).
En tercer lugar, se asume que el lector es un semianalfabeto cuyo único valor es su capacidad de consumo. Se condena el uso de cultismos o la complejidad de la escritura.
En cuarto lugar, algunos de los “errores” son simplemente preferencias individuales, cuando no simples fobias. El autor/editor considera “impublicable” una novela donde aparezca un padre maltratador, “porque es tan poco atractivo en la ficción como en la vida real”: obviamente, “Avenida del Parque 69” es impublicable. Tampoco le gustan los ambientes malsanos y desagradables: “El perfume” de Süskind es impublicable. No se puede relatar la vida cotidiana, ni los problemas de sobrepeso del protagonista: “El diario de Bridget Jones” es impublicable. No se puede retroceder a la infancia del personaje: impublicables “Aníbal” de Haefs, “Africanus” de Posteguillo; impublicable Mary Renault. Nada de gatos, nada de características físicas desagradables...
En quinto lugar, se orienta excesivamente al gusto norteamericano, incluyendo lo políticamente correcto. Aunque critica la corrección política en lo que llama “el vikingo vegetariano”, sin embargo considera impublicables aquellas obras donde no aparezcan mujeres o minorías étnicas. Así mismo, son impublicables los textos que contradigan la visión política generalizada.
Por supuesto, el libro contiene valiosos consejos (como dice un amigo mío, “un reloj parado también da la hora correcta dos veces al día”), pero no puede, ni debe considerarse un texto definitivo ni un manual de estilo.
Al menos, es breve y no muy caro.

Ficha técnica.
Título: Cómo NO escribir una novela.
Autor: Howard Mittelmark y Sandra Newman.
Editorial: Seix Barral. Barcelona, 2010.
Bolsillo. 310 páginas.
PVP: 18 euros


El peor de los males. Thomas Dormandy.
Debería llamarse “el peor de los libros”.
Procedí a su compra ilusionado por tratarse de Historia de la Medicina. Doblemente ilusionado por el tema (historia del tratamiento del dolor), triplemente por barrer desde la antigüedad a la edad moderna, cuádruplemente por ser un ensayo escrito por un supuesto profesional en la materia (un “patologista químico”, sea lo que sea eso en el sistema británico). Cuádruple decepción.
El libro, aunque estructurado en capítulos que aparentemente implican una sistemática seria, es una recopilación de anécdotas, algunas de ellas claramente espurias, otras de difícil credibilidad, otras insuficientemente contrastadas, mezcladas con datos aparentemente verídicos pero cuyo crédito se ve dañado por la duda que ya se ha instalado en el ánimo del lector mínimamente instruido: si ya he pillado tantos gazapos, ¿cómo voy a creerme lo que viene a continuación? Como el listado de churros sería agotador, incluiré sólo algunas de las “perlas” con las que nos obsequia el autor.
En la introducción se nos narra una anécdota sobre Larrey, el cual, tras dejar inconsciente de un puñetazo a un enfermo inquieto (un anónimo coronel), aprovechó la circunstancia para extraerle una bala. Nada que objetar de momento: algunas anécdotas, a la par que indemostrables, son así mismo imposibles de desautorizar. Lo que ya resulta curioso es la afirmación posterior del autor: “golpear a los pacientes hasta dejarlos inconscientes es uno de los métodos de anestesia más antiguos que existen”. Al parecer, Dormandy estudió Historia de la Medicina con los tebeos de Mortadelo y Filemón o escuchando las tópicas chanzas de sus vecinos.
Pero no acaba ahí la cosa. Unas páginas más adelante, resulta que “según la tradición”, César nació por cesárea, y aventura que a ello debe su nombre, que procede de caedo, “cortar”. Qué etimología más fácil y más tonta para esa palabra y ese personaje, además de corresponder a una leyenda tan extendida como falsa y, esta vez sí, claramente falsable. No sólo sabemos que César no nació de esa forma, sino que se conoce la Lex Cesárea, la que establecía que debía abrirse el vientre de toda mujer fallecida durante el final del embarazo o periparto a fin de intentar salvar la vida del nonato. Y no, ni siquiera fue ese César quien la promulgó. Aunque mucha gente lo ignore, hubo cónsules en la familia antes del nacimiento de su miembro más famoso.
Llega el momento del vino, clásico tratamiento tanto del dolor crónico como del agudo, momento en que se nos informa de que sólo los dioses y los humanos beben por motivos distintos de saciar la sed (para asentar lo cual nada mejor que una cita de Plinio). Al parecer sólo los humanos sienten pulsión por el alcohol. Bueno, a los monos les encanta robar las bebidas alcohólicas de los turistas y, además, la cantidad de alcohol ingerido los divide en tres grupos (abstemios, bebedores moderados y alcohólicos) cuyo porcentaje, sorprendentemente, es idéntico al de los seres humanos. Pero lo peor es que no hace falta ser un experto zoólogo para demostrar esa falsedad: todos hemos visto los vídeos de animales de la sabana devorando con avidez los frutos fermentados de marula, y nos hemos reído con el ñu que trastabilla. Yo, personalmente, aún recuerdo cómo el periquito que tenía de pequeño se posaba en el borde de mi jarra para beber cava (entonces se llamaba “champán”) y luego se pegaba cabezazos volando ebrio.
Pasamos a Noé y su embriaguez, donde tampoco es que el autor demuestre un gran concimiento de las Escrituras.
También nos habla de Plinio el Viejo y la bodega de exquisitos vinos que guardaba en su casa, para acabar diciéndonos que tanto uno como otra acabaron sepultados por la lava del Vesubio. Pues no, oiga. Plinio el Viejo no llegó a Pompeya, los gases tóxicos acabaron antes con él, y su casa estaba a salvo al otro lado de la bahía, desde donde su sobrino Plinio el Joven describió con todo lujo de detalles lo que aún hoy se llama erupción pliniana.
A todo esto, ¿hemos dicho algo que tenga que ver con el dolor? ¿A que no? ¿He comprado este libro para saber cómo se llamaba el vino favorito de Plinio? Las anécdotas graciosas están bien para adornar el objetivo del texto, pero no para sustituirlo. Además, tratándose de un químico, esperaba que me explicasen cómo actúa el alcohol, cuál es el mecanismo por el que calma el dolor, si es eficaz o no…
Pasamos al opio, donde Dormandy vuelve a perderse por los cerros de Úbeda, y nos obsequia con otras perlas de su ignorancia, como afirmar que el romano Celso era un rico terrateniente que cultivaba la medicina como pasatiempo, y que escribió una “monumental enciclopedia (…) de la que sólo se han conservado seis volúmenes”; si hubiera leído con detalle sus “ocho libros” (no seis), hubiera comprobado que no sólo era médico, sino también un experto cirujano.
Decepción, dolorosa decepción, que se continúa en el capítulo siguiente, el dedicado a las “Raíces, cortezas, frutos y hojas”. Recurre a varias citas de textos antiguos, donde se nombra vegetales diversos y preparados analgésicos, sólo para decir cosas del tipo “a lo mejor era el eléboro, pero a lo mejor no”. ¿Es efectivo el eléboro? ¿Pudo ser usado en la antigüedad? ¿Qué componente es el responsable de sus efectos, si es que los tiene?
En los capítulos siguientes se oscila entre la seriedad y la chorrada, los datos concisos y la divagación, la certeza y la referencia a chismes, durante casi ochocientas insufribles páginas. Hay algunos datos valiosos y útiles, sí, pero no merece la pena soportar el resto del tocho para acceder a ellos.
A veces, ser el primero de tus conocidos en comprar un libro tiene un coste (36 euros en mi caso), pero al menos te da la ocasión de hacer una reseña y desahogarte.

Ficha técnica.
Título: El peor de los males.
Autor: Thomas Dormandy.
Editorial: Machado libros. Colección Papeles del tiempo. Madrid, 2010.
Rústica. 762 páginas.
PVP: 36 euros.