Recientemente hemos leído un magnífico artículo de Jessica C. Olivares en su página web "Cuadernos de Literatura" sobre la polémica de cobrar por las reseñas literarias. Lo tenéis AQUÍ.
Aunque comparto la mayoría de las opiniones de la autora, no me he resistido a hacer mi propia valoración al respecto. Lo que sigue es, exclusivamente, una postura personal: ni es un imperativo categórico, ni una exigencia ética, ni lo que creo que deben hacer los demás. Cada quien es cada cual, y sus circunstancias vitales y ambientales son diferentes, por lo que no puede esperarse una posición unánime ni mucho menos pretender imponer la propia decisión al resto de los reseñadores.
El elemento clave de esta polémica parece ser el compromiso de la independencia del crítico con respecto a la obra criticada. Estoy completamente de acuerdo en que, si no se posee una férrea autodisciplina y una sólida moral, algunos pueden sentirse tentados a hablar bien sobre aquellos autores por los que han recibido una gratificación económica, a pesar de la calidad real de sus escritos. Pero no es menos cierto que son muchas las razones que comprometen nuestra independencia tanto o más que la posibilidad de obtener un beneficio pecuniario. Muchos de quienes hemos hecho reseñas somos también autores, y ello merma nuestra autonomía por múltiples vías. Para empezar, resulta violento hacer una mala crítica por escrito del trabajo de quien, probablemente, sea nuestro amigo y compañero, al que vamos a ver en múltiples ocasiones, con el que vamos a compartir foros, tertulias, vinos y mesa; en tales circunstancias, si se tiene la suficiente honradez, somos muchos los que no tenemos inconveniente en dar una opinión sincera cara a cara y en privado, pero dar el salto a hacer pública una mala opinión requiere una sangre fría que algunos (como reconozco que es mi caso) no siempre poseemos. Por otra parte, el mundo literario es extremadamente pequeño y vivimos en una sociedad en la que las malas críticas están mal vistas; muchos autores tienen un temor subconsciente a ser mal mirados en el medio social en el que van a tener que desenvolverse, y algunos imprudentes hemos experimentado esta situación en carne propia. Por todo ello, un libro regalado, una compensación económica, un empujoncito en nuestra carrera, son solo algunas más de las muchas formas en las que nuestra opinión puede verse encadenada y ni mucho menos las más poderosas.
Personalmente he vivido la experiencia de recibir un ejemplar de un libro para reseñarlo en Hislibris y descubrir que no me gustaba en absoluto. Este libro ha recibido elogios en otros medios (inclusive de personas que sé que no lo han leído). En mi caso, lo verdaderamente honrado hubiese sido prescindir de compromisos y amistades y hacer pública una crítica sobre lo que consideraba un texto de mala calidad (dejando claro que yo puedo estar equivocado y el libro ser magnífico). En vez de eso, confieso avergonzado que tomé una decisión cobarde: escribí en privado al editor, le hice saber mi opinión al respecto y mi decisión de no reseñarlo de ninguna forma, ni para bien ni para mal. Es tanta la presión de este mundo, que he optado por no recibir encargos de ninguna clase, reseñar solo aquellos libros que he leído por mi propia voluntad y, además, solo en el caso de que no haya suficientes reseñas previas en los medios que frecuento. Ni soy un genio de la crítica ni el mejor escritor del mundo, por lo que la humanidad no perderá demasiado si mis opiniones no se aventan a los cuatro puntos cardinales.
Pero estamos yéndonos por las ramas y aún no os he dicho la que es, en concreto, mi postura personal sobre el pago por reseñar. Ni cobro ni deseo hacerlo, porque ya me considero lo suficientemente presionado por mis prejuicios como para además sentirme presionado por los beneficios. Afortunadamente tengo (de momento, claro) un empleo que me paga las facturas, y hay magníficos trabajadores de la corrección y la edición que no se merecen que un novato aficionado les haga intrusismo profesional. Si alguien, por sus circunstancias económicas individuales, necesita ese dinero, tampoco se merece que alguien menos apurado se lleve una parte de las ganancias que tan bien pueden venirle.
En resumen: parcial, cobarde, novato y sin problemas económicos, como mejor estoy es calladito.
Ja, ja, no te calles, josep, que nos encanta oirte. Entiendo que haya personas que cobren por hacer reseñas, puesto que tantas personas cobran por hacer trabajos similares: crítica de cine, crítica de música, de teatro, periodismo cultural, etc. etc. Igual que los escritores nos creemos merecedores de una recompensa económica por nuestro trabajo ¿por qué no habrían de creer lo propio los críticos? La honestidad, santa palabra, es la clave. Lo que ocurre es que, a veces, quienes encargan la crítica la quieren positiva, no imparcial. En fin. Besazos.
ResponderEliminarY abrazos...
EliminarBien que lo dices, Isabel. Las críticas por encargo necesitan una dosis extra de honestidad.
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ResponderEliminarJosep, como el tema me roza, intervengo. Estoy absolutamente de acuerdo contigo en esto. Y mi postura, salvo muy raras excepciones, también ha sido y es el silencio, la abstención. Afortunadamente yo voy por libre y siempre elijo lo que quiero reseñar, lo cual me deja menos posibilidades de equivocarme, pero se ha dado el caso. Y entonces hice lo que tu: hablar con el editor, o hablar con el autor que me lo manda, y sincerarme: no me ha gustado tal libro, así que no lo voy a reseñar. La única opción que yo veo de hacer una reseña francamente negativa es la del engaño. Es decir, si considero que hay engaño o mala fe: en un libro, su autor, o el editor en su publicidad. Pero como ya te digo, no reseño los que me mandan, sino los que elijo. No me pagan, y el único compromiso es, como dices bien, cuando es un amigo el que publica y el libro no me convence. Me ha pasado también con Evohé, que no todos sus libros me gustan. Es normal, por otra parte. Comprendo que el lector quisiera saber qué opina un reseñador (si es que le sigue en sus reseñas habitualmente y se fía de su criterio) de un libro, pero como ni todos podemos leerlo todo ni tampoco yo creo que se deba hacer publicidad negativa (allá cada cual con lo que escribe) salvo, como digo, en el caso del engaño, hemos de abstenernos. Esa es mi opinión.
ResponderEliminarHola Josep, encantada de conocerte ya que es la primera vez que paso por tu blog. Me parece muy interesante el post que le has dedicado a este tema. Realmente creo que dentro de los blogs literarios hay de todo: gente que hace un comentario muy somero y no entra en detalles y luego gente que hace reseñas excepcionales, en cuanto al análisis, la profundidad, la cantidad de aspectos distintos que tocan. Gente que podría estar perfectamente viviendo de la crítica en cualquier medio tradicional por el bagaje que tienen de lectura y cultura, por su sensibilidad, por las palabras tan escogidas que utilizan, por calidad. Creo que en la blogosfera hay críticos más o menos aficionados (aunque lean mucho y hagan muchas críticas al cabo del año, pero no dejan de ser críticas superficiales) y luego hay críticos a los que verdaderamente es un placer leer y un privilegio que te hagan una reseña. Luego está, como todo en esta vida, la parte publicitaria: hay blogs que tienen una exposición mayor que otros, que han conseguido muchos seguidores y esto, quizás, podría también ser un baremo a la hora de plantearse el cobro o no. Como autora, puedo decirte que siempre que he contactado con cualquier medio la gente se ha ofrecido muy amablemente a hacerme la reseña o la entrevista y nunca me han pedido nada. Cuando los administradores se ven saturados, suelen pedir colaboradores que les ayuden. Ahora bien, hay críticos muy concretos a los que respeto y admiro tanto (precisamente por su imparcialidad) a los que no me importaría pagarles porque me reseñaran, aún sabiendo que tengo papeletas de que mi libro no les guste y se lo digan a todo el mundo porque no se muerden la lengua. Su prestigio reside precisamente en su honestidad. Es muy triste leer una novela histórica que no te ha gustado y encontrarte la red plagada de excelentes críticas sin encontrar ni una sola nota discordante. Piensas: estoy seguro de que tiene que haber alguien más que crea que esto no merece la pena. Recientemente me escribió una crítica a la que admiro mucho, una persona muy informada en el período y la cultura que yo trato en mis libros. La estaba esperando como agua de mayo porque sabía que haría una crítica muy profunda y detallada. Cuando terminó la reseña me comentó la posibilidad de que yo la leyera primero, en privado, y decidiera si quería que la publicase. Le dije tajantemente que no me hacía falta: que si la crítica era buena, fenomenal y que, si era mala, que de todo tiene que haber en la viña virtual y que ya encontraría otras que fueran positivas (y eso que estoy hablando de mi primera novela, "La huella blanca" y que realmente me hace falta causar una buena impresión). Siento un profundo respeto por la labor de esos críticos que te comentaba antes, los que me parecen buenos de verdad, los que me llevan a descubrir a autores nuevos o la pequeña joya que, de otro modo, nunca me hubiera planteado leer. Compro libros basándome en sus opiniones. Te digo de verdad que nunca intervendría en su trabajo y que agradecería una opinión sincera. Al fin y al cabo, no deja de ser una opinión y un autor debe de estar preparado para todo. Entiendo tu postura y, si yo estuviera en la piel de un crítico, no sé lo que haría. Pero estando del lado del autor o del lector, lo tengo claro.
ResponderEliminarMuchísimas gracias. No sabes hasta qué punto es de agradecer la honradez en un mundo como este. Y la honradez (y humildad) del autor que acepta una crítica es mucho más valiosa aún que la del crítico.
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