Ya hace tiempo que llevo alertando a cuantos me escuchan de un peligro inminente: el resurgir del fascismo. Es algo habitual en las situaciones de crisis, cuando la población se desespera y presta oídos al discurso radical. En estas ocasiones es fácil caer en el pensamiento simplista y buscar enemigos en los partidos, las conspiraciones, los inmigrantes, o ese gato que desde la esquina nos mira de forma torva y que en realidad es un agente de la KGB disfrazado de gato.
La semana pasada acudí a un acto en que se presentaba "un nuevo sindicalismo". Estaba promovido por UNT; no tardó en hacerse evidente el tipo de argumentos que suele utilizar este tipo de organizaciones. Se nos habló durante una hora, con estilo calcado de los discursos de José Antonio pero sin su brillantez, con largas parrafadas divagantes. Cuando un conferenciante habla con vaguedades, puede provocar dos tipos de respuesta: te aburres y te vas o te fascinas y lo admiras sin entenderlo. En algún punto de la interminable grandilocuencia se dejaban caer términos sugerentes como "renovación nacional" o "justicia social", se proponían hermosos objetivos lejanos y se evitaba cuidadosamente dar a conocer las líneas concretas de actuación, las intenciones a corto plazo o los métodos de trabajo. Se aprovechaba para atacar al sistema de partidos, a los sindicatos de clase, a los sindicatos corporativos e incluso a la propia estructura de estado, desde una plataforma de idealismo (tal vez solo aparente, tal vez interesada, tal vez honesta, quién sabe). Pero escuchando con atención, leyendo entre líneas del pesado discurso, podía traducirse a un idioma más común. La continua referencia a un sindicato "unitario" proclamaba la negativa a algo fundamental en una sociedad democrática: el derecho a la divergencia. La invitación a que "el sindicato absorba al Estado" era una confesión de asalto al poder, de totalitarismo. Las referencias a la "necesidad de concienciarnos" lo eran en realidad a la necesidad de adoctrinarnos. Las críticas a los sindicatos actuales solo eran una llamada para eliminar la competencia.
Durante el debate, dos cosas quedaron claras: la intención de ocultar la verdad y la verdad que no podían ocultar. A pesar de la taimada resolución del ponente para no delatarse, sus propios y entusiastas seguidores (la mitad de los presentes) acabaron desvelando lo que con tanto esfuerzo se pretendía evitar: desesperación, fanatismo, xenofobia, desprecio del sistema democrático, fraseología de los años treinta (mira que oí veces la palabra "camarada"), petición de un sindicato vertical, nostalgia por el franquismo. Quedó patente asimismo el reclutamiento de personas al límite de sus esperanzas y con poca o nula cultura, fácilmente impresionables y manipulables, prontas a arrojar doctrina a la cara de los disidentes y a lanzar acusaciones simplonas; afortunadamente, sin suficiente capacidad dialéctica para hacer frente a un adversario que mantenga la calma y no caiga en provocaciones.
Seguí el consejo de los "camaradas" y visité sus sitios web, cargados de estética rojinegra y ataques a los "sindicatos oficiales" (nada menos que "los principales culpables de la conflictiva situación actual, ya que durante años han tratado por todos los medios de anestesiar a los trabajadores y desviar su atención con asuntos secundarios"), y aquí sí que no se esconde el carácter de "revolución nacionalsindicalista", con enlaces a Falange Española o a las obras de Primo de Rivera.
Cuidado, mucho cuidado. El fascismo vuelve, y no creo que nos guste.
Me gusta Josep
ResponderEliminarGracias... seas quien seas.
EliminarYa está aquí, claro. La que muestras, es una más de las variadas manifestaciones de ese fenómeno que tenemos encima. Y las más graves son las que, taimadamente, se van vertiendo desde ciertas instituciones y/o ministerios. Separar a los niños y niñas en el colegio, por ejemplo... Un abrazo, querido amigo.
ResponderEliminarQue sean dos. Y que sean libres, mientras nos dejen.
EliminarTodo, todo lo que hace este gobierno miserable e inmoral, nos lleva o mejor dicho nos llevará a ese fascismo que está ahí. Esperemos llegar a tiempo para cortarlo de raiz.
ResponderEliminarAbrazos.
Rafa
Efectivamente y por desgracia , el fascismo renace de sus cenizas , además , para más INRI , tenemos un alto tonelaje de descerebrados que fueron capaz de votar por mayoria al PP . Que Zeus nos ayude y los demonios se lleven al actual gobierno . Un abrazo
ResponderEliminarEn este tipo de situaciones parecen evidentes los riesgos del fascismo ya sea en estado puro o con disfraces populistas.
ResponderEliminarPero es que además las actuaciones del gobierno parecen no quedar atrás en muchos aspectos. Por poner solo dos ejemplos me parecen muy peligrosas las propuestas de reforma del código penal ( prisión permanente revisable y custodia de seguridad me parecen conceptos incompatibles con la democracia) y el papel que se vuele a dar la enseñanza de la religión en las escuelas donde nunca debió entrar.
Cambiando de tema, ¡Enhorabuena! por Layos. He disfrutado de su lectura.
Gracias por vuestros comentarios. Tenéis razón en algo: los gobiernos han hecho mucho por llenar de estopa los almacenes que ahora arden.
ResponderEliminarYa lo dijo Georg Christoph Lichtenberg: los que obedecen pierden el respeto cuando los que mandan pierden la vergüenza.
La verdad es que yo estoy preocupado. El PP puede ahora mostrar su rostro más fascista y el tema Barcenas no llegar a ningún puerto. Además Rajoy está comportándose como un auténtico sátrapa pasando de todos los periodistas. Espero que la siguiente puerta que se abra no sea la de la esvástica.
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