jueves, 16 de diciembre de 2010

Reseña de "Héroes de cristal", de Ricardo Rivera Llácer

Una magnífica historia, una pésima edición.

El escritor y abogado Ricardo Rivera es el autor de un libro excelente, con una historia consistente y bien trabada, con unos personajes brillantemente caracterizados tanto en sus actos como en su “yo” más profundo, con un ritmo adecuado que impide dejar la lectura… y con un editor y un corrector que merecen ser colgados de los pulgares.

Empecemos por decir de qué va el libro.

Leoncio Montenegro, “Sampayo”, es un sargento chusquero de un pueblo de Toledo con un nombre que le viene grande: La Villa Monumental de la Puebla de Tristán. Leoncio tiene sobre sus espaldas el enorme peso de ser el nieto del héroe local, Gervasio Montenegro, que salvó al pueblo de un salvaje saqueo sacrificándose con ello. Durante la guerra de Marruecos, sufre en el alto de Igueriben el asedio de los rebeldes rifeños de Abd el Krim; una crisis nerviosa lo derrumba en medio de las privaciones del sitio. Sobrevive al asalto final, se disfraza de cabileño, vaga, se pierde, y finalmente un soldado lo confunde con un rebelde y lo hiere en una pierna. Retirado del ejército con una pensión misérrima, cojo y amargado, vuelve a su pueblo a cargar con su invalidez y su pobreza, aunque recibe un recibimiento espectacular como “héroe de Igueriben” que no calmará el dolor de su pierna ni el de su estómago vacío. El golpe militar de Primo de Rivera lo convierte en alcalde de su pueblo. A partir de ese momento, su posición y su personalidad evolucionan de un modo a la vez paralelo y antagónico. Por la novela pasan la Dictadura, la República y la guerra Civil, y por ellas pasa también Leoncio Montenegro.

La novela es un cúmulo de aciertos. El primero es el protagonista, un personaje que sufre una evolución creíble, tanto histórica como psicológicamente, con una enorme profundidad, con un acertado tratamiento narrativo de sus contradicciones. Seguir de este modo los cambios de personalidad de un individuo es algo extremadamente difícil y es una característica de los mejores escritores.

Otro acierto son los secundarios, cada uno de ellos tan bien trabajado como el protagonista, en un entorno en el que casi nadie es quien parece ser. Uno se siente dentro de cada uno de los personajes, les pone rostro, cuerpo y alma. Nadie es plano, nadie es prescindible. Cada actor cumple un papel y la obra no sería la misma si faltase uno solo de ellos. Mención especial merece la viuda Jimena.

El escenario, tanto físico como temporal, es un acierto más. El lector puede jugar a las cartas en el casino del Tío Raimundo o ver las moscas sobre los heridos de Igueriben; no sólo lo lee, sino que lo vive.

El ritmo es bueno y consigue que queramos seguir leyendo, sin sobresaltos a lo John Ford, sin trampas, sin insultos a la inteligencia del lector, sin inverosimilitudes, sin personajes fantásticos que salen de rositas de situaciones imposibles. Nos involucramos en la historia de un hombre, su familia, su pueblo y su tiempo.

El lenguaje es correcto. A diferencia de otras novelas bestsellerosas, ésta tiene sabor a literatura, no a guión venido a más (o a menos, según se mire).

Pero yo no sería yo si no reseñara también los fallos. Personalmente, creo que esta novela se hubiera beneficiado de una labor de corrección profesional. Hay varias erratas que parecen de dictáfono, con errores en pares homófonos (gravar/grabar, basto/vasto, etc), o de autocorrector de Word (como las confusiones qué/que), ajenas a la pericia del escritor, fáciles de pasar por alto durante los repasos que efectúa el creador de la historia, pero que no deberían escapársele a un lector externo o un corrector. Más irritante es el problema de los signos de puntuación, con un uso inapropiado que lastra la lectura, siendo más acusado en el caso de las comas, que parecen sembradas a voleo. La encuadernación se decuajaringa a las primeras de cambio. En cuanto a la impresión, al menos a mi ejemplar le faltan varias páginas (y en los últimos capítulos, encima, cuando la cosa se pone más interesante). Hasta el precio (22,57) es incómodo de pagar y de cobrar.

Mis recomendaciones…

Al lector, que la compre y la lea. Puedo asegurarle que no se sentirá decepcionado. El último párrafo de mi crítica no debe hacer que se pierda un pedazo de novela como ésta, que supera con creces la calidad media de los productos disponibles en el mercado.

Al autor, que persevere en su actividad literaria y nos proporcione más horas de placer intelectual.

A la editorial, que se esmere y haga una buena labor de corrección.

Al resto de editoriales, que compren los derechos de esta novela, hagan una generosa tirada inicial y lleven a cabo una buena promoción. El éxito está asegurado y todos nos beneficiaremos de ello. Este libro merece rebosar en los escaparates y encontrarse en cada autobús o vagón.

Felicidades, Ricardo.

Ficha técnica:

Título: Héroes de cristal.

Autor: Ricardo River Llácer.Juan

Editorial Club Universitario. San Vicente (Alicante), 2008.

Rústica 15x21 cm, 475 páginas.

PVP: 22,57 euros

5 comentarios:

  1. Hola Josep:
    Bienvenido al mundillo de los blogs. Sólo faltabas tú ya.
    Un saludo compañero. NOs vemos pronto.
    Txema

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  2. por cierto, si quieres ver mis blogs tengo un par, uno el de clase y otro el de Julio César:

    www.caesarimperator.blogspot.com

    www.socials-pjo.blogspot.com

    Hasta pronto

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  3. ¡Hombre! El de clase no sé si lo leeré (¿va para el examen?)
    Para el otro llegas tarde: ya lo conozco.
    Un abrazo.

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  4. Me alegra que te hayas animado a entrar en el mundillo bloguero. Te incluyo en mi blogroll. Y una pregunta: en el post anterior, decías algo así como "hemos" puesto... Después de leer tantas buenas críticas a Layos, espero que no se trate de un plural mayestático.
    Bueno, ya sabes, porque te lo dije en su día, que Layos me encantó. Un abrazo.

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  5. ¡No! Es el llamado "plural de modestia".

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