Hace
algún tiempo se presentó en Valencia el libro de Andrés Ferrer Taberner, “De
árboles, nubes y sueños”. Tenéis el evento AQUÍ. Tras su paso por ferias del
libro y múltiples lugares de firma, ya va siendo hora de comentarlo.
El libro es básicamente una crónica de viaje. Éste es un
género poco popular, cierto, y entre las causas no es la menor que la mayoría
de las crónicas son unos ladrillos insufribles de supuesta intelectualidad
militante y pretenciosa. Otras son meras guías que aspiran a literatura y solo
consiguen perder agilidad y claridad. Otras no pasan de meros anecdotarios.
Ferrer, por el contrario, ha logrado escribir una crónica de viajes amena,
instructiva, ordenada y de prosa correcta.
El itinerario elegido es el Camino de Santiago, como no podía
ser menos cuando el autor es un caminante de vocación. En la obra se tratan
tanto los aspectos deportivos, culturales, de superación y de introspección que
pueden llevar a un hombre a seguir esa vía de la europeidad que cruza el norte
de España. En esa diversidad de miradas es donde el autor muestra sus facetas
de viajero, de historiador, de luchador y de pensador, logrando un conjunto
armónico y que, aunque de lectura fácil, nos va enriqueciendo con perlas de
erudición. Es de destacar la ausencia de elementos espirituales, tan comunes en
otros libros sobre el Camino, y ello se debe al confeso ateísmo del autor; esto
no es ningún inconveniente, dado que no hay ninguna intención ofensiva (ni
siquiera para los más susceptibles) y nos ahorra el proselitismo que lastra
otras obras.
Aunque el tono general es el humorístico, Ferrer sabe
dosificar las anécdotas divertidas y las descripciones jocosas para no caer en
la astracanada fallera. El humor del autor, brillante y cargado de sarcasmo,
llega en algunos momentos a ser despiadado, aunque este es un defecto del que
algunos tenemos mucho que callar. Mide también los párrafos de lirismo, mezclándolos
con una prosa más ligera para lograr embellecer sin agobiar. Que el propio
lector juzgue, a través de algunos párrafos que he extraído más o menos al
azar:
¿Hay acaso mejor monolito en un espacio público que una
fuente cuando el agua es un bien caído del cielo y además escaso? Juzgo muy
oportuno adornar el agua con piedra labrada y forja, justo tributo su
maravilla. Agradecida así al homenaje que se le rinde, provoca con su chorro un
arrullo perpetuo que regala los oídos de quien lo escucha. Sin importar la
edad, pues al niño lo invita al juego, al joven al amor y al anciano lo regresa
a una niñez somnolienta que no practica ya más juego que esconderse de la
muerte.
Decir Palencia es pensar en llanuras interminables donde
los cereales crecen a sus anchas para mayor gloria de sus fábricas de galletas.
Aunque habíamos llegado a dudarlo, el sol dio por fin su
brazo a torcer y fue conducido a los toriles del ocaso amansado por unas nubes
arreboladas que aliviaron la extrema monotonía del horizonte.
Al ir entrar en mi alojamiento, la propietaria no me avisó
a tiempo de la escasa altura del vano, propinándome un buen cocotazo contra el
dintel superior de madera que sonó a grave de percusión. (...) Creo que yo iba
para listo; pero han sido tantos y de tal calibre los leñazos encajados en mi
frontal y occipitales a manos de una arquitectura rural plegada a la talla
estándar de mis compatriotas del agro, que me habría ido mejor si mi cráneo
hubiese alcanzado el grosor de que gozaban los Neanderthales aquellos que Dios
tenga en su gloria paleolítica. (...) Hay que ver la de premios Nobel que este
país ha dejado perder estrellados en dinteles, vigas y otras trampas para
abatir altos.
La creencia popular siempre ha tendido a asociar todo viejo
puente o puentecillo de piedra con los siglos de dominación romana. De ser
cierto, en el cuerpo de ingenieros romanos no hubiese dado abasto en Hispania.
Del fondo de los valles circundantes me llegaban los
lejanos cencerros de unos ganados desparramados por las praderías. Desde mi
perspectiva de la atalaya donde estaba, las vacas me parecían figuritas de ovejas de
un Belén imaginario sin pesebre, ni Reyes Magos, ni pastores adoradores (si de
los normales ya no quedan muchos, de los adoradores, ni rastro).
No pude evitar fijarme en que sus
mochilas iban en tan embutidas de equipaje que si caían al suelo estallaban
seguro, hasta con onda expansiva y todo.
Tras la aldea de Brea pasé por fin por el mítico punto del
Camino donde una fita anuncia que faltan tan sólo 100 km hasta Santiago.
Incrédulo, me detuve. Emulando al escéptico Santo Tomás, que tenía que ir a
meterle el dedo en la heridita a Jesús -¡tétanos!, seguro, que menudas uñas me
llevaría- para convencerse de que era Él, yo hice lo propio con los tres
guarismos del mojón.
La obra tiene también algunos puntos negativos,
fundamentalmente de edición. El texto está plagado de leísmos, incluyendo los
plurales (vg “una mujer estuvo a punto de separarles”) y los de cosa (“le llaman”
hablando de un vino, por ejemplo); incluso hay algún leísmo femenino. Es
cuestionable la utilización de los signos de interrogación en frases con claro
sentido exclamativo, así como la inexistencia de interrogaciones parciales (que
parecen haber desaparecido de la nómina de todas las editoriales). Hay algunas
erratas, como escribir “si no” por “sino” o “a cerca” por “acerca”. Pero estos
inconvenientes solo hacen bajar la nota en algunas décimas. Puede seguir
luciendo su Notable Alto.
La novela tiene (¡cómo no!) página en Facebook, y podéis saber más sobre el autor en su blog personal.
La novela tiene (¡cómo no!) página en Facebook, y podéis saber más sobre el autor en su blog personal.
Ficha
técnica:
Título: De árboles, nubes y sueños.Autor: Andrés Ferrer Taberner.
Editorial: Carena editors, S.L. Valencia, 2012
Rústica. 366 páginas.
PVP: 18 euros
Me interesa el Camino de Santiago, entre otras cosas porque aún no lo he completado y tengo esa espinita clavada. Luego cada uno lo hace por sus propios motivos y todos respetables: religiosos, deportivos, hacer un "reset" particular y olvidarse del mundo durante un tiempo, por todos a la vez o por ninguno. Me ha llegado al alma lo de las galletas de Palencia, cosas que pasan, y si una cosa descubres a los pocos kilómetros que no necesitas llevar tantas cosas en la mochila para vivir -en todos los sentidos- y que la vida vale la pena saborearla. Bueno, un libro interesante como poco. Saludos. :-)
ResponderEliminarGracias, Alejandro, por ser el primero en comentar. Lo celebraremos con galletas (en vez de empanadillas).
ResponderEliminarJosep, te agradezco de corazón que le hayas dedicado una crítica literaria a mi libro. Que los dioses tutelares de los caminos protejan tus pasos y te provean de aguas frescas y cantarinas en las fuentes donde te detengas a beber.
ResponderEliminarGracias, Andrés, por la lectura que nos has proporcionado. Ahora, a esperar que salga en LR...
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