A continuación transcribo la reseña que uno de mis amigos, Toni Zarza, ha hecho del libro de otro amigo, Antonio Penadés. Todo queda entre amigos. Y entre Antonios...
Antonio Penadés es una de las personas más influyentes en lo que se
refiere a la vida cultural y social que recuerde haber conocido. Soy aficionado
a que me cuenten historias sobre cualquier época antigua —vamos, que soy asiduo lector de
novela histórica— y sin embargo, a pesar de esta sana afición, jamás me llamó
la atención sumergirme en el mundo de la Grecia antigua a través de la
literatura hasta que conocí al autor de “Tras las huellas de Heródoto”.
Mi
aproximación al mundo griego fue de la mano de una magnífica y elegante novela titulada
“El hombre de Esparta”, escrita también por Antonio Penadés. Por lo tanto, al saber
que Grecia seguiría ocupando papel primordial en su próxima obra, tenía claro
que leería el libro en cuanto pudiera hacerme con un ejemplar.
Como he
dicho, soy lector de novelas y no tengo reparo en reconocer que la mayoría de
los ensayos divulgativos me resultan aburridos. Así que, al enterarme de que el
libro iba a ser un ensayo basado en las experiencias de un viaje que realizó el
autor emulando al que hizo allá por el siglo V a.C. un griego llamado Heródoto,
no estaba seguro de que me fuera a gustar. Las dudas en cuanto a mi sintonía
con la obra se disiparon rápidamente tras leer el prólogo, sin duda uno de los
mejores que jamás he leído. El tono empleado y la admiración que refleja el
autor por el personaje en el que se inspira fue tal, que no me quedaron dudas
de que iba a disfrutar leyendo la obra.
Durante el
libro Antonio conjuga con maestría sus vivencias viajeras a ritmo de Renault
Clío con interesantes pasajes de la historia de Grecia. Particularmente es lo
que más me ha gustado, sin desmerecer en absoluto lo contado en presente sobre
los distintos puntos de llegada y de partida durante el viaje y las distintas
visitas a los recintos arqueológicos. Todo ello contado a través de una prosa
altamente enganchante y embelesadora, o sea, como suele expresarse Antonio
cuando habla en público en el Museo L´Iber de Valencia.
La parte
final del libro la abordé como suelo hacerlo con todos los libros que me han
gustado, dándoles un fuerte achuchón de lector nocturno y reservándome alrededor de un par de
decenas de páginas para el día siguiente. Así, al día siguiente y fresquito,
aprovecho para relamerme sobre todo lo vivido en torno a la obra que estoy a punto
de finalizar. Normalmente ese día ya no suelo leer nada, lo paso cambiando unas
veinte veces la elección del libro que voy a empezar a continuación o viendo
pelis.
Cuento esto porque ahora mismo no
recuerdo un libro en el que la lectura de unas treinta páginas que dejé la
noche anterior para leer el día siguiente me haya supuesto tan grato
divertimento. Mis más sinceras
felicitaciones a Antonio por esta brillante aventura que me ha hecho vivir de
principio a fin. Ya he dicho que el prólogo es el mejor que jamás he leído y el
final me ha dejado un regusto acojonantemente bueno.
Y hasta aquí puedo contar... No os perdáis esta divertida y deliciosa clase de
historia impartida en tono viajero y magistralmente contada por el hombre que
escribe como habla. Para finalizar debo decir que mi interés por la antigua
Grecia sigue creciendo gracias a Antonio y que nada más terminar de leer el
libro me fui a cenar con mi mujer y un amigo al restaurante griego Thalassa…
Para ponerle la guinda al pastel.
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